miércoles, 22 de febrero de 2012

Caída de ojos

   Medito frecuentemente en lo falible e imperfecto que soy. Quizá por eso mejoro a un ritmo tan lento como imperceptible. Si ya cuesta mantener el alma a raya y evitar que vaya distrayéndose en cualquier rincón, qué os digo de los ojos; esas luminarias por las que fluye la luz, ventanas por donde la belleza y las iniquidades se cuelan a partes iguales. No sé cómo pero llevo todo el día sin el ojo derecho, debe habérseme caído sin darme cuenta al atarme los zapatos o en la ducha. No es la primera vez que me ocurre. Esta caída de ojos me ha perseguido siempre (mírense bien si no les ha pasado nunca, es más frecuente de lo que parece): ese momento emocionante y único del primer beso fue el comienzo de esta historia. Yo estaba frente a Laura, una chiquilla encantadora con los dientes un poquito separados y unas pecas graciosísimas, nos besamos, al mirarnos a ella se le descompuso el rostro y le dije - ¿ Porqué me miras así?- parecía muy asustada y me dijo con voz trémula y entrecortada - ¡Es que se te ha caído un ojo!- No me asusté, no noté nada, miré al suelo y allí estaba mi ojo izquierdo, observándome impasible como si yo tuviese la culpa, lo cogí y me fui más triste que una petunia pensado que Laura no volvería a besarme nunca más. Así fue, quién podría reprochárselo.

                                          

   Hoy se me cayó el ojo derecho con el que veo todos los desastres, injusticias y barbaridades que el hombre comete a diario, así que llevo un día bastante tranquilo pero un poco aburrido. Voy a bajar a la óptica donde me conocen y estiman para adquirir uno nuevo, saben que soy una persona de natural pesimista y no podría sobrevivir mucho tiempo sin malas noticias. En cierta ocasión recuperé uno, lo descubrí viendo un programa de variedades en la televisión, así, encima del sofá como si tal cosa; se ve que cuando se independizan adoran las imágenes. De hecho, cuando fui a cogerlo rodó todo lo que pudo, se tiró al suelo y se escondió debajo del mueble-bar. De nada me serviría en esta ocasión denunciar la desaparición a la policía. Mis ojos tienen más vista que ellos. Donde pongo el ojo pongo el coñac.

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