lunes, 12 de marzo de 2012

Bucólica del acordeón, cuento pedagógico.

  Trabajo de sol a sol. Un autobús me trae a este pueblo a las ocho de la mañana y me devuelve sano y salvo (Alá es grande) a las siete y media a la capital. Soy andaluz: acostumbrado a la luz de la campiña que tiene un aire vecino de sierras y mares, en mitad de este erial, donde el arte es un pasatiempo para señores, me vi atrapado sin dinero y sin poder estudiar. Estoy a cargo de trescientas vacas, doscientas ochenta ovejas y catorce cerdos ( diecisiete contando a mis jefes, no se rían, en el fondo son bellas personas, sólo que no tienen cultura ni motivación alguna por alcanzarla: hacer turismo, ir de caza y comprar un tractor último modelo, se acabó). Yo, sin embargo, que hasta hace cuatro días era un chaval despistado, amante de la música, estoy aprendiendo a espuertas. 

Pajar.

    Le doy de comer a las vacas subido en un camión en marcha, con una tornadera voy desgarrando las pacas de paja hacia los lados de la plataforma mientras un compañero las tira con la pala al campo. Me bajo con el baile de san vito metido en las venas. A las ovejas las saco hora y media a comer hierba en un valle cercano y de vuelta les doy un complemento de agua y cebada en la granja. Los cerdos tienen poca tarea, de vez en cuando les hecho también unos recortes de periódico a ver si se les pega algo. No crean que me lamento, muy al contrario, el contrapunto que esta noble fatiga pone en mi persona me estimula. Además mientras trabajo me llegan melodías por la brisa, sutiles tonos del viento que me educan el oído y atenúan de una manera estimable el hedor de los animales.

   Aquí la vida y la muerte se dan la mano con una naturalidad espantosa. Le tenía cariño a una oveja viejita que murió hace unos días; en su actitud callada e inteligente era la única del rebaño que no se asustaba ni chillaba ni tenía prisa por entrar al establo o salir de  él. Un ejemplo para las demás que ha terminado devorado por los perros. Conduzco un tractor, sin carné. Vine para estudiar acordeón en el conservatorio superior de Salamanca, pero con un siete de calificación en el examen de ingreso me negaron la plaza y se abrió esta ventana del cuento. Desde hace dos meses, han ampliado plazas en el conservatorio y aquél siete ha valido por fin su peso. Por muy hermoso que sea el paisaje en Sardón de los Frailes no tengo tiempo para ponerme melancólico. Ya me gustaría. Soy andaluz.

Acordeón bucólico.
                                         dolce reflexion by álvaro y manuel rumanian on Grooveshark


3 comentarios:

  1. Siempre fantástico y algo desconcertante el componente gráfico de sus entradas. Envidiable.

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  2. Quería hacer hincapié, Don Belianís, en la rudeza de la vida castellana con las fotos y al tiempo ilustrar la dicotomía, enriquecedora, que el hombre moderno tiene con el trabajo.

    Prudencio, el andaluz está hecho de sombra y luz, como dijo sabiamente Cernuda. Dios será quien lo comprenda. Se puede ser andaluz de muchas maneras.

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