La coyuntura amaga con cobardes avisos, deletéreas huellas que hay que seguir a tientas. Como un topo investigo en mis recuerdos y no encuentro un lugar más pujante que éste en el que escribo: será deformación profesional, a quién le importa acaso el esplendor estético del individuo. Vamos necesitando ya otra cosa que esas epifanías narcisistas del corredor de fondo o del deseo. Lo agónico que juega está en la gente, la gente permeable, con su alma de cántaro, maceta y tierra fresca. La fotosíntesis de este jardín que somos, híbridos de clavel o siempreviva, el fondo vegetal del pensamiento, sus raíces de sombra fija en la luz del mediodía, el murmullo agresivo de los gorriones bajo un sol que aún permite ciertas licencias. ¿Por qué será tan difícil la comunión con la naturaleza? No lo sé: pregunten en la iglesia a los bachilleres de la rima y a los doctores en esgrima verbal. Ellos si que tienen una muy grande variedad de campanas o quizá sólo cencerros. En todo caso uno se fabrica con retales de otros pequeños mundos adyacentes un paseo por el río, y mira el agua pasar emitiendo la sagrada noticia de su muerte, con los vivos colores de una brisa que va rizando el lomo de los perros. Con tu permiso voy a coquetear con todo.
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| Dibujo de Javier Pagola |
Heraclíteo te hallas, a mi entender. Los paseos por el río siempre están poblados de "retales de otros pequeños mundos adyacentes" Por eso el río cambia sin repetirse, eternamente, idéntico a sí mismo. Como el fuego que siempre me hipnotiza.
ResponderEliminarCon tu permiso me encantaría coquetear con todo.
Salud.
Tengo la vecindad del río Guadalquivir muy cerca, como el que tiene primera línea de playa, y a veces un buen paseo aclara las ideas o las vuelve dúctiles un poco, para poderlas manejar, pero efectivamente me pasa el río del tiempo heracliteano(sera así) como pedro por su casa. Coquetea Miguel Ángel, di que sí. Un abrazo.
ResponderEliminarManuel