lunes, 11 de junio de 2012

Soneto acusmático al oído de Glenda


                                   



                                      Pulso en tu voz para mi oído atento
                                      Rumor  de una fuente periférica.
                                      En mi mente percute cadavérica
                                      Porque viene aprendiendo los acentos.

                                      Si no puede aclararse lo que es turbio
                                      A tu lado creciendo va el sentido
                                      Lo negro va escorando hacia el olvido
                                      Dejando ver la luz de los suburbios.

                                      Labios de tu razón quiere mi alma
                                      Venas de verbo fiel, cabal, preciso:
                                      Rosas de tu jardín para mi vista.

                                      Glenda, amiga, llévate tu la palma 
                                      Con un aroma cándido y narciso
                                      Con la tilde bailando equilibrista.







               
                                     

9 comentarios:

  1. Muy buen soneto, te felicito. Podría ponérsele música, quizas un ritmo de siciliana ¿digo bien? Salud Francesc Cornadó

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  2. Francesc, disculpa el baile del comentario, pero rectifiqué el soneto después de haberlo publicado. He de reconocer que la canícula me ha dado un primer aviso de incompatibilidad. Muchas gracias querido amigo, aquí estoy ferviente de luz renacentista. Había pensado uno más bien en música concreta de Pierre Schaeffer, pero ahora que lo dices, Francesc, estuve escuchando una pieza de Jordi Savall que quizá...
    Saludos y un abrazo
    Manuel Marcos

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  3. De las dos músicas, me quedo con la interpretada por Savall. Pero como fondo, yo no musicaría el soneto.
    Salud.

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  4. A tener en cuenta lo que dices Miguel Ángel, ya el mismo nombre de soneto va cantando, o debería.
    Quería probar la sugerencia de Francesc, y creo que la de Savall, si le añade algo valioso, un contrate, no sé.
    Salud

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  5. Preciosas las follías de España, las llevamos impresas en el corazón, aunque uno no las haya escuchado nunca, las tiene presente, forman parte de la masa de nuestra sensibilidad.

    Otro día escucharemos cualquier verisón del "Guardame las vacas", otra melodía que llevamos incrustada.

    Salud
    Francesc Cornadó

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  6. Celebro que te gusten, es una música intemporal y con mucha fuerza. Conozco bien la pieza de Luis Milán, diferencias sobre el "guardame las vacas", el tema en realidad, si no me equivoco, es anónimo y popular. Con un soneto a la vaca platónica, podría ir bastante bien, siempre teniendo en cuenta la máxima canónica del soneto, cuya prístina pureza sonora admite pocos aditamentos: claro que ésta ley sólo rige para los sonetos verdaderamente buenos, cosa que dudo sean los míos.
    Saludos afectuosos
    Manuel Marcos

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    Respuestas
    1. Joan Maragall tiene un poema llamado "la vaca cega" que es un dechado de sensibilidad. Intentaré encontrarlo.
      En cuanto al soneto debo decir que es la forma poética más alambicada, más precisa, más depurada, ahí está Petrarca nada menos.
      Salud
      Francesc Cornadó

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    2. Petrarca es enigmático para mí, como el agua pura de un río, le debo mucha más atención de la que le he prestado hasta ahora. Espero ese poema, amigo Francesc.
      Salud

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    3. Está en la wikipedia, Francesc, sin duda es muy hermoso:
      LA VACA CIEGA, de Joan Maragall

      En los troncos topando de cabeza,
      hacia el agua avanzando vagorosa,
      del todo sola va la vaca. Es ciega.
      De una pedrada harto certera un ojo
      le ha deshecho el boyero, y en el otro
      se le ha puesto una tela. La vaca es ciega.
      Va a abrevarse a la fuente que solía,
      mas no cual otras veces con firmeza,
      ni con sus compañeras, sino sola.
      Sus hermanas por lomas y cañadas,
      por silencio de prados y riberas,
      hacen sonar la esquila mientras pastan
      hierba fresca al azar. Ella caería.
      Topa de morro en la gastada pila,
      afrentada se arredra, pero torna,
      dobla la frente al agua y bebe en calma.
      Poco y casi sin sed; después levanta
      al cielo enorme la testuz cornuda
      con gesto de tragedia; parpadea
      sobre las muertas niñas, y se vuelve,
      bajo el ardiente sol, de lumbre huérfana,
      por sendas que no olvida, vacilando,
      blandiendo en languidez la larga cola.

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