domingo, 26 de agosto de 2012

EL AMOR TOTALMENTE EXPLICADO

   He tenido desde hace tiempo curiosidad por saber en qué consiste el amor. Mis puntos de vista sobre este fenómeno han sido siempre externos y -por ello quizá- incompletos. El modo de cogerse los enamorados por la mano o la cintura; la curiosa insistencia en comprobar el mutuo color de sus ojos; la falta de repugnancia ante la proximidad de un aliento que no siempre ha de ser agradable indican que sus facultades críticas - e incluso su capacidad receptiva- permanecen durante el amor entorpecidas. Pero esta constatación no parece agotar el fenómeno. El que, por lo general, la cosa ocurra entre dos personas de distinto sexo es notable pero tampoco muy revelador. Sin duda hay algo más, una visión profunda, un adivinar exacto, una íntima penetración en el otro ser. Así debe ser y el hecho de que esta adivinación aporte un resultado que yo ignoro no es óbice para que se realice en un plano muy profundo.
 
    Dispuesto a aclarar la cuestión de un modo definitivo, he recurrido finalmente al método experimental. Para ello -siguiendo la costumbre- he elegido un ser del sexo opuesto al mío; he tomado su mano y la he estrechado con ternura; he fijado mi mirada con intención penetrante, al mismo tiempo que acariciadora, en sus pupilas; he musitado palabras sin sentido en su oreja; he aspirado su aliento y, decidido a no omitir ninguno de los gestos necesarios, incluso he oprimido sus labios con los míos a despecho de su pegajosa humedad.
   Después de hecho todo esto, he esperado a ver lo que sucedía. Tras un momento de enajenación o de torpeza, la persona ha tomado aire, ha abierto los ojos, ha movido los labios, en una palabra, se ha dispuesto a hablar. He esperado pacientemente.
   Grande ha sido mi sorpresa al escuchar, no una afirmación o una promesa, sino una ansiosa pregunta, pues ha dicho "¿me quieres?" quitando así toda decencia a su éxtasis pasado. 
 
    De este modo he llegado a conocer que el último secreto que el amor revela no es una verdad ni un error, sino una duda.

          APÓLOGOS, de Luis Martín Santos, Ed. Seix-Barral.
             

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