viernes, 17 de agosto de 2012

La cadenita del boli

Entró a la sucursal bancaria donde le dirían que ya no tiene crédito. Estaba confuso y miraba indistintamente al cuadro de Sorolla, al rostro adusto de la señora que espera sentada con cara de pocos amigos, a la máquina grosera que expele cartillas con esa violencia controlada y automática que provoca cáncer. Sus ojos no podían detenerse en algo que le inspirara un resto de humanidad, la publicidad de Fernando Alonso a tamaño natural con el mono de piloto de Fórmula Uno ofertando transacciones rápidas como la chicane de Monza, le causó una especie de naúsea mezclada con bostezo y desespero. Fijó la vista en el cristal de las cajas conforme se iba acercando lentamente su turno, después bajó la vista hasta la linea del suelo que le marcaba el lugar desde donde debía esperar: el meridiano de la mediocridad. Luego subió la mirada y se topó con el bolígrafo para clientes que, convenientemente sujeto con una cadenita, le recordaba hasta que punto el mundo está bien repartido y pertenece a los que tienen el dinero. Se quedó absorto observando la cadenita del boli; le parecía una burla del destino, mientras la gente que iba detrás le tocaba en el hombro, oiga pase ya, le decían: se quedó así, petrificado. Ahora forma parte de la publicidad de la sucursal y hace pareja con Fernando Alonso. No espere más, dice el anuncio que él representa impasible, trabaje con nosotros.

                                       Cadena De Oro by Kiko Veneno on Grooveshark

2 comentarios:

  1. El TAO, Manuel, el TAO... tiene lacurpa de to.

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  2. Y MAO también, tiene mucha culpa culpita, señor Harazem, de haber permitido la unidad ontológica del ser que todo lo funde y confunde.

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