viernes, 21 de septiembre de 2012

Catástasis con bocadillo.


El burrito Platón
El profesor nos presentaba a Hermógenes como uno de los interlocutores de Platón, en el Cratilo. Aparece por allí en la esquina del cuadro, un judas iscariote urdiendo la catástrofe en esa periferia de la pintura que tantos autores dejan un tanto borrosa. En un momento del entretenido dicterio habló de una conjetura de enciclopedia que mencionaba, en boca de Jenofonte, a Hermógenes, como hombre de pocos bienes y talentos tocado por la deshonra de ser hijo ilegítimo de Hipónico. Fue aquí donde nos dio el ataque de hipo. Parecíamos una gran charca de mocosos sapos eructando con la manita en la boca. El señor Ortigas aprovechó el momento de desconcierto para someternos a un proceso irreversible de anagnórisis, nos obligó a hacernos una idea un poco más exacta de nosotros mismos sin caer en esas alteraciones de la conducta tan frecuentes hoy en día. Y lo que nos rodeaba lo vimos más claro, las palabras estaban formadas por un pacto de personas en la que cada uno asumía la responsabilidad de respetar un credo único, la gramática, para no caer en la catástrofe de malversar el entendimiento de las cosas con incomprensibles retahílas de niños nerviosos. El punto culminante de la acción era el ruido provocador del timbre y la prisa por salir a respirar el aire contemporáneo del patio: de la caverna erudita del aula al exterior lumínico y el polen de los plátanos de sombra, había una chispa de sana entelequia práctica en el ambiente. Entelequia por el papel de aluminio del bocadillo que daba reflejos formales demasiado brillantes para comprenderlos y lo práctico por el salchichón finamente cortado en lonchas de retórica sabrosa y comestible. Otra cosa era la zanahoria. La detestábamos profundamente y luego supimos que la llaman refuerzo positivo: una historia para burros.
                                          Atunes en el paraiso by Javier Ruibal on Grooveshark

                                          

8 comentarios:

  1. Las palabras son un pacto entre personas. Ciertamente. Como la verdad: un acuerdo. ¡Un abrazo! F:

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  2. Los desarrollos de Platón, ya sean a favor o en contra, tratan de ser concienzudos y son siempre sosos. En cambio, esta escena que describes es magistralmente divertida.
    Genialidad hija de Platón: El momento del bocata siempre será la cumbre, ante la que nada pueden el origen, ni la función de las palabras, las sombras cavernícolas, ni el claro sol en su esplendor.
    Ese recreo es lo más alto en la ascensión erótica hacia el bien.
    Manuel, te has superado a tí mismo.
    Enhorabuena.

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    1. Había una morbosa impaciencia con el timbre, pero prestábamos mucha atención Miguel Ángel, y el recreo traía esa especie de liberación, pero la clases eran entretenidas, allí ocurría un milagro mucho más importante que el bocata. Gracias, no sé, trataba sólo de equilibrar un poco las cosas. Un abrazo, querido amigo.

      Salud

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  3. Adoro a Platón. Me salió en el acceso y saqué un 9,5 que me subió la nota global y pude entrar en los estudios que había elegido. Sin embargo, durante el curso, filosofía había sido la única asignatura que no lograba superar y que el profesor me acabó concediendo por lo bajo, a instancias de los demás, para que pudiera presentarme a la selectividad.

    Lo que más recuerdo fueron las pocas veces que el profesor escogió hablar del pensamiento bajo el árbol, bajo la autopista, bajo la fábrica de cemento: y el árbol era un platanero.

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    1. Platón es adorable, diría más, nosotros somos contingentes pero él es necesario. Al eliminarse en la educación ese factor de intimidación que nos hacía sentir secundarios y n poco contingentes, para sustituirlo por un concepto moderno de actividad in situ, de experiencia y teoría en directo, vino de rondón también la costumbre del teléfono móvil en clase y otros inconvenientes. Averroes daba sus clases en el patio de los naranjos de la Mezquita de Córdoba, no será mal método.

      Salud y gracias por el comentario.

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  4. Estoy convencido, el milagro de las aulas carecería de sentido sin el sonido del timbre, que marcaba otro tiempo. Sin el deslumbrante reflejo del papel al desenvolver el bocadillo, que marcaba la meta.
    Medio y fin a la par. Como indicaba Bloch, es el hambre y no el sexo el motor más radical del humano. Como señala Silvio en "Juego que me regalo un 6 de enero":
    "el mundo tiene la razón
    puesta en el pan, en el diario,
    ese señor rudimentario
    que nos dará la absolución"

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    1. Me rindo a la evidencia, la inteligencia a conocido estímulos mucho más fuertes ya en la juventud y la madurez, pero aquel bocadillo representaba nuestra resistencia ante lo simbólico; eso que por mucho que lo aprendas siempre se te olvida, me lo decía mi abuelo y me lo dijo mi papá. Absueltos.

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