lunes, 26 de noviembre de 2012

OBJETIVO AUTOESTIMA: sanidad para jíbaros

                                                             dedicado a José Manuel Ruíz  

  El señor mayor que frisa la edad de sesenta años y luce una calva maquiavélica, va al médico con una regularidad de dos veces al año; le han cambiado de médico de cabecera. Sostiene un paragüas inglés en la sala de espera. A su lado, un anciano de setenta otoños, que inexplicablemente, aún siendo notoria la saludable elegancia de corte anglosajón del señor de sesenta, fiel a la pérfida buena percha del andaluz estoico, complicada alquimia de caracteres prácticos y ascéticos hasta el refinamiento árabe, la culta y humilde yerbabuena; se empeña en cederle su puesto: el señor Ruíz, apuesto y educado, coge del brazo a su simpático vecino hospitalario y lo introduce amablemente en la consulta.
                                                            
     En esos cinco minutos de espera, lee al maestro budista Chogyam Trungpa, una filosofía oriental de afilado intelecto, y medita sobre como el perplejo reductor de cabezas europeo, el sistématico homo faber, con su istrumento de calzar cerebros desprevenidos, representado por la doctora Soler, que ha de recetarle finalmente un ibuprofeno como a todo quisqui, parece un eslabón perdido de alguna antigüa especie de pájaros cirujanos, inspectores del cuerpo, en busca de un poco de alpiste en la sesera del prójimo. El señor vecino de los setenta años, combado hasta la rendición de la voluntad sale de la habitación, reducido al tamaño de una ardilla quejumbrosa que le pregunta; - ¿ahí afuera cae un ligero chaparrón?-, -casualmente,- le responde- como suele ocurrir en los cuentos cortos, llevo una bosa de pipas vacía en...espere Ignacio, tome, le bastará para llegar a casa, cuídese-. El señor mayor que toca la guitarra acústica y canta con una voz rasgada, canciones de Lou Reed, queda pensando en el cinismo político de la medicina: la doctora Soler  le llama, con atiplada voz de corista, para entrar a la consulta, por su nombre de pila, como si el señor Ruíz fuese un simple ser humano, quizá pachucho, quizá un poco inclinado hacía delante, con el rostro ligeramente ensombrecido por la lluvia que, fuera, pone un velo de melancólica tuberculosis en los objetos y en las personas.Pero no es así.


     El señor de la mírada de fauno viejo, de sátiro burlón incombustible, a veces también caústico, si hubiese que serlo, automáticamente se ha erguido con dignidad, con peluca volteriana, saludando a la perfumada doctora, que exhibe una melena vaporosa, extraña. Con el índice izquierdo indica el señor Ruíz, un poco violentado en su fuero interno por la escrupulosa familiaridad pegajosa de la nueva facultativa, cuarentona de costumbres mohínas y pedestres, asociadas a un vago humo de asado de caza, furtivamente grasiento y escondido al fondo del salón, en la finca campera de la sierra, y le señala decíamos con un dedo, la huella digital de la lluvia en los cristales, gotas de agua, benditas por el Dalai Lama, sobre el formato metafísico del sombrío ventanal del estado, que proporciona una pensión vitalicia, al héroe de Rimbaud, advirtiéndole de su condición poética de persona irrepetible y una, quitándose la peluca ilustrada en gesto de desafío, de buhonero peligroso a la sonriente médico de cabecera, que le invita a que se siente. Así lo hace, nuestro cabal amigo gaditano, siente que los pies le cuelgan de la silla. Su autoestima a decrecido unos doce centímetros, y se levanta, el  mango del paragüas le llega ahora casi al pecho y exclama: - Mari Pili, vengo del Don y estoy en el Oye: esta sanidad para jíbaros basada en el concepto victoriano de atención al cliente, puede usted llevársela a la peluquería para el chisme concreto; al destripe del pollo antropomorfo.
        Volvió el señor Ruíz, a una clínica privada de aspecto posmoderno, ridículamente aséptica como la carita lisa de la enfermera recepcionista; ahí le llaman de Don. Ya no supo que es peor, si la falsa calidez de la seguridad social, o el clasismo zafio de la medicina neoliberal.
                                            Take A Walk On The Wild Side by Lou Reed on Grooveshark

6 comentarios:

  1. Es un alivio saber que, al menos, nos tratarán de Don... asépticamente pero de Don... Por cierto, Don Manolo, eso de "si fuese que serlo" me suena al " si fuera habido" de la dueña del bar de abajo...pero conociendo, como conozco, su dominio del lenguaje, es más que probable que se trate de ignoracia mia, como casi todas las ignorancias atrevida y pedante...mis disculpas por adelantado.

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  2. Xabier, ese "Don" de la clínica, como al personaje, me parece igualmente despreciable y deshumanizador, que el aparente negocio público del trato personalizado, dos cara de la misma moneda. Me suena bien aquí escrito, mi buen amigo, porque es viento del pueblo, como el giro gramátical que atinadamente denuncias, tan coloquial. Es una incorrección, debería poner hubiese, pero ahí se va a quedar, como testimonio de mi ignorancia, no tienes por qué disculparte,me gusta empujar deliberadamente a la sintáxis a sus límites. Muchas gracias por tu comentario, y un abrazo.

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  3. Cielos !, por culpa de google has descubierto mi identidad oculta bajo el pseudónimo de Naraid. Muy indiscreto este google. Gracias a ti por tus escritos y otro abrazo.

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  4. Pensé que había descubierto la verdadera, pero ya veo que el google confunde incluso a los científicos más atentos. Es un pseudónimo muy logrado, tiene una musicalidad exquisita, que incita al literato a recrearlo. Un abrazo, Javier, es un placer.

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  5. No se sabe, la verdad, ambas cosas son bastante deshumanizadoras, la una porque te trata como si fueras un ser simple, compadreo que oculta una clara superioridad, el facultativo y su equipo hacen como que están a tu altura. La otra, porque bajo ese tratamiento clasista, perpetua unas diferencias de clase con la ilusión de sea usted como yo por un rato, mientras le cobro, el facultativo hace como si tu estuvieras a su altura.
    Cambiando de asunto, me ha encantado la fotografía y el fotomontaje, ¿de quién son?
    Salud

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  6. El cinismo médico, de entre tantos, creo que el más prescindible, por cuanto estamos ya enfermos de ver el triste panorama de la historia, obrando en las pequeñas vidas de cada uno, con una maquinaria temible. Las dos una farsa que da risa ( y también a veces bastante pena). No sé de quienes son, se comparten en Tumblr, y algunas siquiera refieren el autor. Merecen ser difundidas, son buenas estampas, Miguel Ángel.El fotomontaje es un collage, un anónimo del siglo XXI. Gracias por tu visita, querido amigo.
    Salud

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