miércoles, 27 de febrero de 2013

LA CONFERENCIA

No suelo ir a conferencia ninguna, aunque el año pasado estuve en una charla coloquio que dio un velociraptor sobre el Precámbrico; estuvo muy entretenida, si bien el señor velociraptor tenía la garganta perjudicada por el tabaco y hablaba como un galán del teatro.
     Esa mañana de sábado apetecía tirarse a la calle con los pantalones un poco bajados y dar un paseo por la avenida pija, mirar los escaparates, esos hologramas tan sugerentes... La conferencia estaba anunciada, discretamente, en la puerta del Centro de Reflexión Artística Contemporánea; le llamamos CRAC para abreviar, y también porque es un edificio formado por volúmenes complejos que parecen a punto de partirse como un cristal.
      Se proponían hablar allí de: "La modernidad acrítica del lenguaje". Me pareció un interesante título para una conferencia y decidí entrar . El ambiente era muy animado, la sala recreaba un guiñol cuyas marionetas, de pie en su butaca, ejecutaban gráciles pantomimas salutatorias, antes de sentarse en los asientos y descansar las enormes cabezas de títere de cachiporra en ellos. Así que, como un títere más, me acomodé. Al rato, tras un silencio que se solapaba con unos golpecitos en el micrófono, las primeras palabras, a cargo del moderador del debate, que dijo así:
           - Buenos días, tenemos hoy con nosotros en los Sábados del CRAC, a Tomás Virgo, Luisa de Vitoria y Paco Pretorio; de izquierda a derecha, respectivamente, pintor, poeta y filósofo. No tengo nada más que decir, los dejo con ellos, he de ir al excusado.
       Esta confesión de última hora quedó en el aire flotando, algunas personas entre el público ensayaron tímidas risas. Pero todo el mundo pensó que era un apretón y la señorita poeta comenzó la conferencia agradeciendo al presentador su brevedad y todo a partir de ese momento transcurrió como la seda.
      Luego, comentándolo con los amigos, recordé esa atmósfera recurrente que tenía el acto, como si, de alguna extraña manera, los conferenciantes y el público, movidos por hilos invisibles, ejecutaran los tres actos de una comedia ya sabida. Al moderador del debate lo han sustituido por un maniquí de cartón piedra que hace las mismas funciones, excepto una, claro.

Dibujos de Carlos Maiques, Blog Aquí

2 comentarios:

  1. Manuel, a propósito de lo que cuentas, permíteme una anécdota que hace poco disfruté.
    El conferenciante era un filósofo en activo, casi, casi, algo así como el filósofo de guardia del país y la conferencia era sobre la "eficacia de la filosofía Hegel" fui atraído por lo de la "eficacia".
    El presentador anunció que el filósofo se había quedado atrapado en un embotellamiento de tráfico y que excusaba su ausencia. Ante el descontento por parte del público, el presentador queriendo salir al paso y con buen humor dijo: yo mismo puedo hablarles de "cómo dejar de fumar".
    Algunas carcajadas. Entonces yo me levanté y dije: sí, sí por favor (yo nunca he sido fumador), sí por favor hable usted de esto. Algunos asistentes continuaron con las carcajadas y aplaudieron, tanto es as,í que obligaron al presentador a dar una conferencia sobre "cómo dejar de fumar". Te aseguro que fue una conferencia buenísima.
    Salud
    Francesc Cornadó

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    1. Hilarante conferencia, y espontánea, Francesc: en cierta manera a Hegel le vienen muy bien estos desaguisados, gracias por la anécdota, vale ella sola para un cuento.
      Salud
      Manuel

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