domingo, 17 de febrero de 2013

PSICOPATIO CORDOBÉS

Vivo en un pueblito que parece un belén antiguo dentro de una bolita de nieve. El aspecto idílico de aldea que tiene no se corresponde con los problemas que tengo con el vecino de al lado. Damos patio con patio, pero el mío está tres metros por encima del suyo y además tengo otra atalaya un poco más para arriba, son sólo cuatro metros más. En suma, el guardia civil se siente vigilado, tuve que poner por cortesía, una celosía de sultanato oriental en el patio más bajo, que se eleva dos metros diez sobre el suelo. La verdad que el señor, así al natural, en chandal y con una cara que parece arrostrar un larga desidia con una longitud aproximada de cinco angustias, y teniendo en cuenta que yo vivo en la calle Calvario, la diatriba jurídica que el buen señor tiene montada en la cabeza parece un tricornio negro: son las empatias con el sombrero acharolado lo que ennegrece aún más la porfía. Está decidido a que asuma la obligación de poner otro parapeto para que la intimidad que comparte con su parienta, concejala de buen ambiente del lindo pueblito este, tenga el mismo color que el tricornio. Hoy le he dicho, yo desde mi atalaya, y él en medio de su enorme patio cochambroso, con una montaña de haces mohosos y astillados de madera lindando con la esquina de mi patio que amenaza noche de san juan, una caseta llena de cachivaches inmundos que sólo dios sabe que horrendos venenos para ratas contienen;  le he espetado un que si se creía que era el ombligo del mundo, que me dejara ver tranquilo las ovejas que pacen en los oteros verdes de mi pueblo hermoso como una rosa blanca en medio del monte pelado. Dice que buscará la manera de persuadirme de que no lo mire más. Es que si le hablo con la corrección demócrata del que se sabe superior, le da torticolis; cuando discuto con él, suelo subirme al patinillo-atalaya de arriba y dobla el cuello con dificultad como un perezoso en un árbol. A veces me lo imagino así, con un chandal azul magenta del Deportivo Vinuesa, en chanclas y con tricornio, encaramado a la delgada torre de la iglesia, como un perezoso, para verme mejor. Insisto, estas chaladuras tontas acaban convirtiéndose en dramas al final. Será mejor poner un burladero en la atalaya, comprarme un sombrero de torero y una escopeta con mira telescópica. Desde esta distancia puedo acertarle en el escudo del chandal.

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