domingo, 31 de marzo de 2013

EL PARNASO HASTA LA COCINA


07 - La Françoise: Chaconne ou Passacaille by Couperin / Kuijken Ensemble on Grooveshark
Se abre la puerta y entramos: en primer lugar música de fondo de François Couperin y un poco de picoteo selecto de la mano del Catering Zeta Jones, esto nos permite admirar los bustos de los más insignes poetas y músicos de la humanidad con un buen sabor de boca. Al fin y al cabo, la verdadera cultura sólo puede apreciarse si el estómago no reclama nuestra atención ¿ verdad?. No se fijen demasiado en los dos dedos de polvo que tienen estos muebles de época, la limpiadora ha fallecido hace una semana porque su hijo le dijo que quería ser poeta, aún no hemos encontrado una digna sustituta. Pobre mujer, se llevaba dos meses sólo para limpiar el recibidor.
     Tampoco importa que no se percaten de la abundancia barroca de angelitos, flautas, liras y laudes, en punto a la decoración de interiores, el Parnaso es el edificio más aburrido del mundo. Aquí tienen, como expectador de excepción, a Vicente Huidobro tañendo una botella de anís, él se resistía a ser inmortal con verdadero pundonor de clase, pero un desaprensivo lo pilló desprevenido unas navidades en la biblioteca, al lado del bar, cantando un villancico: Huidobro era para darle de comer aparte, como pueden ver en la bacinilla que lleva su nombre grabado, ya les digo, una maravillosa excepción poética que nunca se ha vuelto a repetir.

      Ahora llegamos al Gran Salón Concertante, donde se reunen por las tardes todas las almas de estos insignes padres de la cultura mundial, después que termina el horario de visita; todas excepto la de Federico García Lorca alias "El Príncipe Gitano", que dedica las tardes a cuidar del jardín, con especial cariño de las buganvillas. Pablo Neruda le reprocha a veces que tiene bastante descuidados los crisantemos y los rosales. Aquí pueden ustedes estampar su firma de apoyo a la Plataforma para la defensa del crisantemo y la rosa parnasianos por negligencia del Príncipe Gitano, si no están de acuerdo, pueden firmar por contra para el sostenimiento de la Plataforma de adoración al Príncipe Gitano en su tránsito espinoso por los rosales, o, en su defecto, a favor de la Plataforma contra la usurpación del buen nombre de los gitanos para usos parnasianos a pesar de Neruda.

      Como habrán notado el fondo musical ha ido cambiando y ahora disfrutamos de los acordes y la voz de pito de Bob Dylan. Dylan Thomas puso gran énfasis en destacar la importancia lírica de este cantautor, al que le une un lazo aún poco conocido de familiar afinidad gramatical. No nos demoremos más, queridos visitantes, el crepúsculo está a punto de llegar, y en unos minutos, este lugar se convertirá en un PANDEMONIUM, con más demonium que pan. No se pueden imaginar lo ridículamente caprichosos que pueden llegar a ser los poetas a la hora de cenar. Esto que ven aquí a la izquierda es la cocina, como pueden observar está cubierta de una espesa grasa de origen animal, proveniente de la freidora de metáforas. Las croquetas les gustan con delirio, sobre todo a Rafael Alberti. Ya ha sido advertido de que tiene que dejar algo para los demás, aquí viene todo el mundo con un hambre infinita.
                                           You Ain't Goin' Nowhere by Bob Dylan on Grooveshark

sábado, 30 de marzo de 2013

ALGÚN DÍA, TODO ESE HORIZONTE SERA MÍO

                               Qué bonito es mi silencio.
                               Y a lo lejos tu risa.
                               Como gotas detrás de un cristal.
                               Mi silencio y el sol y las cosas que en la hierba, muy bajito,
                               se dicen las lombrices, mi silencio y el pío,
                               pío de los pájaros invisibles.
                               Mi silencio y mi padre mirándome a los ojos en el último momento.
                               Tan tibio todavía.
                               Tan pequeño.

                               Qué bonito yo sólo conmigo y mi silencio.
                               Tan ancho, tan pradera, tan vientre de ballena.
                               Tan dentro. Tanta costilla, tanto suspiro traicionero.
                               Mi silencio y los trenes marchándose sin mí.
                               Mi silencio y la luz,
                               de una mierda de bombilla,
                               donde hacerle un lacito a los fracasos.
 
Un poema de Billy MacGregor en el blog HISTORIADERO visita aquí
 

viernes, 29 de marzo de 2013

¡POBRE NIÑO! / cuento de Dino Buzzati

Como de costumbre, doña Clara llevó a su hijo de cinco años al parque público, en la orilla del río. Serían las tres de la tarde. El tiempo no era ni bueno ni malo, el sol aparecía y desaparecía cada dos por tres y el viento procedente del río soplaba de vez en cuando.
    Tampoco se podía decir que el niño fuera un encanto, al contrario, era más bien delgaducho, débil anodino, muy pálido y de color verde, tanto era así que sus compañeros le llamaban Lechuga para burlarse de él. Los niños pálidos suelen tener en cambio unos grandes ojos negros que destacan en su rostro exangüe, dándole una expresión patética. Pero ese no era el caso del pequeño Dolfi: sus ojos. pequeños e insignificantes, miraban aquí y allá sin ningún carácter.
     Aquel día, el niño al que llamaban Lechuga tenía un fusil nuevo que disparaba pequeños cartuchos: inofensivos, por supuesto, pero al fin y al cabo, ¡cartuchos! No se puso a jugar con los otros niños porque solían hacerle rabiar y prefería quedarse solo en un rincón incluso a costa de no jugar. Porque, mientras que los animales desconocen la condena de la soledad y son capaces de jugar ellos solos, el hombre no lo consigue, y si intenta hacerlo, una angustia todavía mayor se apodera de él.
     Sin embargo, cuando los otros niños pasaban por delante de él, Dolfi abrazaba su fusil y hacía como que disparaba, sin animosidad, más bien a modo de invitación, como si les dijera:"Mirad, yo también soy un guerrero, ¿por qué no me pedís que juegue con vosotros?".
     Finalmente los niños que había en el parque se fijaron en el nuevo fusil de Dolfi. Era un juguete de dos perras, pero nuevo y muy diferente de los suyos, lo cual bastaba para suscitar su curiosidad y su envidia. Uno de ellos dijo:
       -¿Habéis visto que Lechuga tiene un fusil?
     Otro dijo:
       - Lechuga ha traído su fusil sólo para enseñárnoslo y hacernos rabiar, seguro que no quiere jugar con nosotros. Además, ni siquiera sabe jugar solo. Lechuga es un cerdo. Y además su fusil es una porquería.
       - No juega porque nos tiene miedo- dijo un tercero.
     Y el que había hablado antes:
       - Tal vez, pero eso no quita que sea un cerdo.

Doña Clara estaba sentada en un banco haciendo punto, el sol la iluminaba tenuemente. Su hijo, sentado de forma insulsa a su lado, no se atrevía a moverse por el parque con el fusil y lo hacía girar estérilmente entre las manos. Eran las tres de la tarde y en los árboles había una gran algarabía de pájaros, señal de que estaba a punto de atardecer.
        - Vamos Dolfi, ve a jugar - le animó doña Clara sin alzar los ojos de la labor.
        -¿Con quién quieres que juegue?
        -¡Pues con los otros niños, con quién va a ser! ¿No sois todos amigos?
        - No, no los somos- contestó Dolfi-. Cuando me acerco a jugar con ellos, se ríen de mí.
        -¿Lo dices porque te llaman Lechuga?
        -¡Sí, no quiero que me llamen Lechuga!
        - A mí me parece que es un nombre muy gracioso. Yo en tu lugar no me enfadaría por eso.
        -¡No quiero que me llamen Lechuga!- repuso él, obstinado.
    Ese día, para no perder la costumbre, los otros niños jugaban a la guerra. Dolfi había intentado participar en el juego, pero ellos en seguida le habían llamado Lechuga y se habían reído de él. Casi todos ellos eran rubios, él, en cambio, era moreno, con un pequeño mechón que le caía sobre la frente en forma de coma. Tenían las piernas fuertes; él, en cambio, finas y enclenques. Corrían y saltaban como liebres; él, en cambio, por mucho que se esforzara, no conseguía seguirlos. Tenían fusiles, sables, tirachinas, arcos, cerbatanas, cascos; el hijo del ingeniero Weiss tenía incluso una armadura brillante como las que usan los coraceros. Aunque eran más o menos de su edad, sabían decir un montón de enérgicas palabrotas que no se atrevía ni siquiera a repetir. Ellos eran fuertes y él era débil.
    Pero esta vez, también él había venido con un fusil.
    De modo que, después de hacer un conciliábulo, los otros niños se le acercaron:
        -Tienes un fusil muy bonito- dijo Max, el hijo del ingeniero Weiss-. Enséñamelo.
    Dolfi, sin soltarlo, dejó que el otro lo examinase.
        -No está mal- sentenció con autoridad Max, quien llevaba en bandolera una escopeta de aire comprimido que valía al menos veinte veces más que el fusil de Dolfi, que se sintió muy halagado.
        -Con este fusil tú también puedes luchar- bajando los párpados con condescendencia.
        -Es verdad, con este fusil podrías hacer de capitán- dijo un tercero.
    Dolfi los miraba asombrado. Todavía no le habían llamado Lechuga. Comenzó a envalentonarse.
    Entonces le explicaron como combatirían ese día. Por un lado estaba el ejército del general Max, que ocupaba las montañas, y por otro, el del general Walter, que intentaría cruzar el paso. En realidad, las montañas eran dos taludes de hierba con matorrales irregulares, y el paso una pequeña senda en pendiente. Dolfi fue asignado al ejército de Walter con el grado de capitán. Después las formaciones se separaron para preparar en secreto sus repectivos planes de batalla.
    Por primera vez, Dolfi sintió que los demás chiquillos le tomaban en serio. Walter le asignó una tarea de gran responsabilidad: mandaría en la vanguardia. De hecho, le asignaron como escolta a dos niños de aspecto bastante hosco armados con tirachinas y lo enviaron al frente de la unidad con la misión de explorar el paso. Tanto Walter como los otros le sonreían benévolos, de una forma casi excesiva.
    Dolfi se dirigió entonces hacia la pequeña senda en cuesta. A ambos lados, los dos taludes herbosos con los matorrales. Estaba claro que los enemigos, capitaneados por Max, le habían tendido una emboscada ocultándose entre los arbustos, pero no se veía nada sospechoso.
        -¡Vamos, capitán Dolfi, lánzate al ataque, los otros no han llegado todavía!- le ordenó Walter en tono confidencial-. En cuanto estés abajo, llegaremos nosotros y os apoyaremos. Pero tú corre, corre lo más rápido que puedas, nunca se sabe...
    Dolfi se volvió para mirarlo. Notó que tanto Walter como sus otros compañeros de armas esbozaban una extraña sonrisita. Tuvo un momento de vacilación.
        -¿Qué pasa?- preguntó.
        -¡Vamos, capitán, al ataque!- le acució el general.
    En ese mismo momento, al otro lado del río, invisible, pasó una fanfarria militar. Los sones maravillosos de la trompeta penetraron como una oleada de vida en el corazón de Dolfi, que empuñó orgullosamente su ridículo fusil y se sintió llamado a la gloria.
        -¡Al ataque, chicos!- gritó, como nunca habría tenido el valor de hacerlo en condiciones normales. Y se lanzó a toda velocidad por la senda en pendiente.
    En ese mismo instante, una carcajada salvaje estalló a sus espaldas. Pero no le dio tiempo a volverse. Ya estaba lanzado y, de pronto, sintió que algo le retenía el pie. A diez centímetros del suelo habían tensado una cuerda..
    Cayó de bruces al suelo, golpeándose dolorosamente en la nariz. el fusil se le escapó de la mano. Una bulla de gritos y golpes se mezcló con los gritos ardientes de la fanfarria. Intentó incorporarse, pero los enemigos salieron de los matorrales y le lanzaron grandes bolas de barro. Todos disparaban contra él. Uno de los proyectiles le dio de lleno en la oreja y le hizo caer de nuevo. Después saltaron sobre él para pisotearlo.¡Incluido Walter, su general, y también sus compañeros de armas!
          -¡Toma! ¡Toma, capitán Lechuga!
     Finalmente advirtió que los otros huían: el sonido heroico de la fanfarria se desvanecía más allá del río. Sacudido por un llanto desesperado, buscó el fusil a su alrededor. Cuando al fin lo encontró, de él sólo quedaban los restos: alguien le había arrancado el cañón y ya no servía para nada.

Con aquel doloroso desecho en la mano, sangrando por la nariz, con las rodillas desolladas, manchado de tierra de pies a cabeza, fue a buscar a su madre al paseo.
          -Dios mio Dolfi, ¿qué has hecho?
     No le preguntó qué le habían hecho, sino qué había hecho él. Era la instintiva irritación del ama de casa al ver a su hijo con la ropa completamente destrozada. Pero era también la humillación de la madre: ¿en qué pobre desgraciadso se convertiría su hijo con el tiempo? ¿Qué miserable destino le esperaba? ¿Por qué no había conseguido ella traer al mundo a uno de esos niños rubios y fuertes que poblaban el parque? ¿Por qué su hijo no tenía sangre en las venas y se dejaba siempre humillar por los demás? Trató de imaginárselo al cabo de quince, veinte años. Le habría gustado figurárselo de uniforme vestido de uniforme, al frente de un escuadrón de caballería, o abrazado a una magnífica muchacha, o dueño de una gran tienda, o capitán de barco, pero no lo conseguía. Siempre se lo imaginaba sentado con una pluma estilográfica en la mano y grandes montones de papeles delante de él, encorvado en los bancos de la escuela, encorvado sobre la escribanía doméstica, encorvado sobre la mesa de una polvorienta oficina. Un burócrata, un hombre gris y ordenado. Siempre sería un pobre diablo, un perdedor.
         -¡Oh, pobre niño!- se apiadó la elegante joven que hablaba con doña Clara. Y, moviendo la cabeza, acarició la carita asustada de Dolfi.
     El niño, agradecido, alzó los ojos y trató de sonreir. Por un segundo, una especie de luz iluminó si pálido rostro. En ella estaba contenida toda la amarga soledad de una criatura frágil, inocente, humillada e indefensa; el deseo desesperado de un poco de consuelo; un sentimiento puro, doloroso y bellísimo que era imposible definir. Por un instante - y por última vez-, fue un niño sumiso, tierno y atribulado, que no entendía nada y pedía un poco de bondad al mundo que le rodeaba.
     Pero fue sólo un instante.
         -¡Vamos Dolfi, ven a cambiarte! - le ordenó airadamente su madre, y lo arrastró de forma enérgica de vuelta a casa. entonces el niño volvió a sollozar desconsoladamente; su cara de pronto se volvió fea, un duro rictus le torció la boca.
         -¡Qué lata de niños!- exclamó la otra señora despidiéndose-. ¡Hasta la vista señora Hitler!

jueves, 28 de marzo de 2013

Esta lluvia tan huérfana de dios...

               

                 Esta lluvia tan huérfana de dios
                 Gime como una zorra de diez bocas

                 Con la humedad de la ballena
                                                                           y un alarido de trompeta herida
                 Desciende lamiendo tuberías

                 Arrastrando la luz
                                                                           hasta enterrarla

                 En las últimas notas de sombra
                                                                           en la sima del silencio

                 Esta lluvia tan amiga forzosa
                                                                           de los hombres
                 Con labios de diamante
                 Sacia la sed de tiempo
                                                                           en los portales

                 Clava sin fe los dientes afilados
                                                                           como en una caricia

                 Desmorona el consuelo de los muros

                 Ahoga las estrellas en una alcantarilla

                 El llanto de la noche se confunde con ella

                                                                           hasta un alba sin fresas ni melancolía

Fotografía de René Maltete





miércoles, 27 de marzo de 2013

KAFKIANA III

         La telaraña, la página en blanco, poner la punta del lápiz sobre el papel y quedarte dubitativo mirando la telaraña, vuelta a la página en blanco hundiendo la barbilla sobre el pecho, repentinamente, con tan mala fortuna que la cabeza se me desprende rodando por la alfombra. Esto me pasa por no madurar los cuentos mejor. Al acto de escribir hay que ir con una cierta certeza, aunque sea mínima. Pero esta vez era como desnudarse sin prerrogativas a ver qué salía, aquí está el resultado. De cuello para abajo, nada. Ahora que tengo todo el tiempo para pensármelo de puta madre, no puedo escribir. Pido auxilio a mi cuerpo que sigue sentado en la mesa, viene hacía mí, parece que se apiada. Pero sólo un poco, me ha tapado el cuello con la alfombra y se ha ido de casa. Creo que para siempre, se ha llevado la maleta con todos mis efectos personales, sólo me ha dejado un lápiz, una goma, un papelillo y una mano. Me ha hecho un gesto así chabacano como diciendo hasta siempre, me voy a Rio de Janeiro a bailar samba con una mulata, no me va tu vida sedentaria de literato. Adiós.
Dibujo de Mattichio

martes, 26 de marzo de 2013

KAFKIANA II

        Mañana gris, inquietante sorpresa me miro los pies y no están, tampoco las piernas, extraña desaparición... descanso la cabeza de nuevo miro al techo, me falta el aliento, de pronto oigo pasos, deben de ser ellas con sus pies descalzos, la puerta de casa se abre y luego se cierra con un sonoro golpe retumban las paredes, a la angustia se le suman las ganas de evacuar inmundicias, ninguna más grande que el abandono de piernas, un zumbido en los oídos y un dolor de cabeza, miro la puerta de la habitación, está entreabierta, se abre un poco más ¿será un soplo de aire? son mis piernas que vienen a traerme el desayuno a la cama. A veces es peor el remedio que la enfermedad, creo que me lo he hecho encima.
Mural de Agostino Iacurci

lunes, 25 de marzo de 2013

KAFKIANA I

        Desagradable impresión levantarse después de una siesta y comprobar que no tienes brazos, volver a la cama y encontrarlos allí discutiendo quién era el izquierdo y cuál el derecho, no poderlos coger, gritarles y que no te escuchen, darles una patada para que reaccionen, que se enojen y te echen las manos al cuello, retroceder hasta la pared empujado por estos hijos de puta y decirles que se calmen con el último resuello, notar como se sueldan de nuevo a los hombros mientras aprietan con más fuerza y no saber si ha sido otro de esos ataques de enajenación mental transitoria; sentir con alivio que obedecen y caen fatigados a ambos lados del cuerpo. Aprovecho para hacerme un café.

Mural de Agostino Iacurci
 Hipnosis Groove by PONY BRAVO  on Grooveshark

NIKITO NIPÓN: cuento zen para especialitos

Vamos a ponerle cara al artista
                                            Ay
vamos a sumar a todos los artistas que no han hecho nada de nada excepto entretenernos unos minutos en la ilusión de que quizá y una mierda era otra de esas negaciones del rostro
                                    Ay
vamos a contar verdades viva la solemnidad y las apariencias es que no sé que decir a lo mejor me paso y estoy delante de una obra de arte ¿será esto una obra de arte? me voy a orinar encima de este cuadro soy un perro romántico es como un control de calidad si me dan ganas de mear aquello no merece la pena o a lo mejor es la caraba en bicicleta vete a saber
                         Ay
este relativismo nos está matando que si el patrimonio cultural pobrecito que si la mercantilización de la salud qué asco venga mueve pieza marica todo el día bendiciendo las bondades los buenismos ya la vista va fallando la tabla periódica de los elementos así cualquiera una frase detrás de otra sin ton ni son hola soy Nikito Nipón ponme cuarto y mitad de cojones se te han acabado vale
Ay?? no Ay lo que tiene que haber y.
Dibujo de Graham Lambkin


domingo, 24 de marzo de 2013

LUJO DE TUS OJOS

                                                                Mi alegría es oir el ruído del viento en tus cabellos
                                                                                                                       Vicente Huidobro


                                        Ojos de nieve azul
                                        Picotean esquirlas de nube
                                        Plantas que se deshacen en el agua
                                        Pentagrama de espinas flotantes
                                        Se rizan las pestañas
                                        De los que han muerto solos
                                        Lamidas por la lengua pálida de una estrella
                                        Mientras las gallinas menudean en la basura
                                        Quisiera ofreceros mi aguja
                                        De coser párpados
                                        Mas por su ojo sólo cabe un camello
                                        Cada uno hace florecer su rosa
                                        Esta es la llave que abre mil puertas


Marc Chagall


sábado, 23 de marzo de 2013

ANONIMATO DEL ALMA MÍA

Acabo de morir. Se ve que el golpe ha sido considerable. El cuerpo lo lleva fatal, pero lo que es yo estoy hecho un chaval, el alma está intacta como un cristal limpio. Es de una novedad apabullante estar muerto. Aunque en realidad me lo tomo con filosofía, porque siempre fui un gran metafísico, en la medida en que pueda serlo el asteroide de la patata caliente, es decir, con una especie de modestia quizá mal entendida pero generosa con el orbe universo, a la altura de un poeta universal de Segorbe. Finalmente siempre acababa cruzando las piernas como un señorito andaluz, unas canillas un tanto quebradizas, pero firme sustento de quijote.
         Bien.
      Pues de todo eso nada queda, ¿nada? - ¿...y quién dijo que la hubiera?, sí, una vida es un experimento estético, un reloj con las horas contadas que imagina ser tiempo.
         No peso.
        Es una sensación extraña, el alma es una especie de arcoiris cursi, sin la mecánica interna de hueso operando musculares órdenes que el sistema nervioso ejecuta con lógica de artista, al par que sosa y transparente como el agua.
       Empieza a hacer frío, aunque a los sentimientos les viene bien tiritar un poco. Lo que peor llevo es ver el sufrimiento de mis seres queridos, que cuando se ponen así pierden el aura casi por completo. Si pudiera decirles que desde aquí todo se ve bastante normal, que tiende al aburrimiento y tal, pero no hay manera.
     Como alma ya desprendida por fin del cuerpo, les aconsejaría que lloraran exclusivamente por algún recuerdo que mereciese la pena, por ínfimo que fuera; pero me está vedado, no puedo hablar, detrás de este cristal con vaho caleidoscópico que es la literatura, miro pero no me ven.
       No sería justo que me quedara tan ligero de peso, mientras ustedes se quedan ahí, muertos en vida de pena. Ese que está ahí partido por la mitad no soy yo, en serio.
         Circulen por favor.

                                            Alma en pena by Carlos Gardel on Grooveshark

viernes, 22 de marzo de 2013

VERSIÓN ESPAÑOLA



Así no fue. Yo lo vi. El balancín cedió y Agustín cayó sobre el parqué. Su gran cabezón de pequeñín impactó con el tacón de un marroquí. No fue con un adoquín. Agustín es bobalicón, un champiñón glotón, no entró en el moisés ni de rondón. Sólo le cabe bien el pantalón. La culpa es de papá, que llevaba un condón de macramé. No lo traigo más al jardín infantil. Luego llora como un flautín y me montáis un dramón. Total, por un chichón.




jueves, 21 de marzo de 2013

FELIZ DÍA INTERNACIONAL DEL SÍNDROME POESÍA

                                                

                                                La poesía
                                                es
                                                un burro submarino
                                                una casa que anda
                                                un monte que vuela
                                                la poesía no tiene narices
                                                tiene orejas de burro
                                                tiene piernas de casa
                                                tiene alas de monte

                                                No es feliz en su día, la poesía,
                                                amiguita, que dios te bendiga
                                                pero no te olvides del pan sucio
                                                pero no te vistas de seda
                                                carga bien la escopeta
                                                un disparo certero a la metáfora

                                                y a otra cosa poesía
                                                a tragarte el alambre de espino
                                                a poner de raíces las nubes
                                                a vagar por la calle desnuda

                                                que te folle un pez, poesía,
                                                y verás que te encuentras
                                                en todas las cosas cotidianas
                                                que todos los seres pueden verte
                                                y que el último mono de la cola
                                                es el poeta
                                                cargando en la espalda
                                                una montaña anónima de tripas.



Dibujo de Luis Bagaria

miércoles, 20 de marzo de 2013

DIMISIÓN DE LA PELUSOMBRA


Será por timidez o discreción, pero, a pesar de llevar una vida muy arrastrada, la pelusa tiene un alto sentido del honor. Quizás por eso, al barrer mi habitación, he descubierto una pelusa dándose un revolcón con restos de vello púbico, y antes de eliminarla me ha mirado con dos monedas de céntimo que tenía por ojos y, viendo que iba a ser pasto de la basura, me ha dicho que dimitía de pelusa, rogándome la tirara por la ventana. Ha sido un momento muy emotivo. No es frecuente encontrar pelusas a las que les quede aún restos de dignidad. Compadecido, la he colocado en el alféizar de la ventana. Después de dirigirse en japonés a los primeros rayos de sol primaverales, se ha hecho el harakiri con un imperdible. Era una pelusa samurai.

martes, 19 de marzo de 2013

TECHO DE MENOS



Dentro brilla el pan. Imagino que el jardín estará cuajando los primeros brotes, llueve con ganas, antes de la primavera siempre se jode algo bien. Sí, desde fuera todo parece hermoso, cálido. Mirar por la ventana desde el otro lado, y ver que uno ya no está ahí, ver el vacío que hay, aunque tu sonries, no parece que te haya afectado; es duro. Os sentáis a comer. Duermo al raso, techo de menos. Es un desprendimiento de rutina. Es una ceguera imparcial la que me toca vivir ahora. El dia del Padre, y yo a tientas por la calle, fuera de la casa y fuera de tu vida. Si pongo en el buscador, "mirar por la ventana", todas las imágenes son de personas que miran desde dentro de la casa. Sí, el buscador es muy optimista. Paso palabra.







domingo, 17 de marzo de 2013

LOS CONSEJOS DE FÚ MARÍAS

En los consejos del insigne pensador hispano-chino Fú Marías, se oyen un tintineo primaveral acorde a la calidez e ingenuidad propias de la filosofía orientada a Oriente y además el contagio de polenes variados que complican en exceso el natural concurso de la lógica: hasta extremos impensables pensaría llegar el señor Fú, si no fuera porque no se lo permite un alto sentido del deber y una vocación de servicio que llega a veces a convertirse en advocación religiosa con tintes paternalistas. He aquí un consejo del sexageranio filósofo, heredero por orden natural del Confucio:
                      " Quien cree en la imagen se ensimisma y no ve lo que tiene delante:
                        este es el triunfo del actual mundo y la miseria que podrá con él."
     Acto seguido, después de pronunciar este aserto irritante, y pidiéndole fuego al taquígrafo que lo escribió para la posteridad, se fumó un cigarro. 

viernes, 15 de marzo de 2013

FÁBULA - SIÓN

Jérase una ves el Pueblo de Israel caminando. Errantes personas y sus pertrechos llevando asia ninguna parte conosida; quisá asia Asia menor, pues no eran muchos. Se dibujaba en el horisonte lejano el espectro del pleno empleo: horror inhumano cuyas posteriores genera-siones caro pagaron.
      Hechas quedaron las Piramides de Gizéh, duro tributo al esclavo ardiendo, desollado a la piedra por el cruel faraón - serpiente. Cobraron y de nuevo partieron asia tierras prometidas por Moiséh, en montaráz encíclica maniquea, engañando al Pueblo de Sión montándolo en camión (como esplica ilustra - sión).

     Jéra todo una cruel ilusión, mas durante largo viaje susediéronse fechos de sobrenatural categoría, que el mismo Yavéh hiso una autopista para su pueblo
                                                                        en
                                                                             el
                                                                                 fondo
                                                                                          del
                                                                                                mar
con negro - dolosas piedras míticas nel camino (luego nombradas dolomíticas) y pues conteniéndose la mar oseana en extático torbellino, el P d I (Pueblo de Israel: en adelante abrevaremos en esta utilisasión breve) consintió en su tragoedia: algunas criaturas muriendo de sé en el fondo del mar, determinaron luchar y no descansar hasta su tierra prometida dar con ella y aún cuando no fuera suya tomarla en virtú de las sagradas traisiones que resaban en enrolladísimo pergamino sólo al alcanse de los rabinos, por la fuersa de la Toráh.
       Entonse, ¡Oh triste sino de Sión!, al fin arribaron a una tierra fecunda y paradisiaca bendesida de los astros del Sodiaco donde vivían los Palestinones y los Samaritontos (estos últimos muy bellas personas) y otros humildes pueblos trabajadores cuyo Rey llamábase Solomón, cuya vida, consagrada al de pata negra jamón, no mayormente preocupábase paraná de su pueblo bienestar.
        Instalándose con munifisensia en estas tierras esplicaron a estas gentes la nueva ley y de buen grado estos pueblos laboriosos acogieron la fe de Yavéh, que tenía de sus almas la llave; a la vista del infame hipócrita y gordo Solomón, cuyo vientre pecador siguió jalando jamón en no finita sesión.
       El P d I se instaló, Moiséh en pá descansó, y a la espera cada alma quedó del Mesíah redentor que llegó un buen día de mucho sol montado en asno. Diéronle festiva palma, abrasos y olés y salió por la puerta grande, mas un grave poblema se cosía en Palasio, pues este Yesucristo superbienestar era muy joven y cautivador de personas, y lo que es peor: jéra Eterodoxo y habiendo nasido en Belén, venía armándola de gordo con su sola parola, que daba gusto de oirlo por entre aquellos pueblos humirdes nesesitados de maná purificador y laxante (como cuenta el ilustrante), la suya era sinsera parola damore.

        Al estado de la cosa pública, es desí, al Stablishmentof Punition de la época no le interesaba el mensaje, porque tenía intereses trágicos en la sona. Entonse, con la inestimable colabora - sión del Imperio Romano, que no le gustaba tampoco de soportar personas anejas a la Hortodosia Frutícola del Poder, le dieron la huerta al festival amoroso de Yesucristo, y uno solo lo mató.
      Según posteriores revelasiones de fuentes fideo-dignas, se descubrió que fue su pueblo mismo quién lo mató, con el permiso de Yavéh, para mayor gloria istórica y porque así surgió, con fuersa bestial el Cristian-itsmo: simbolisado a partir de aquello por el signo de sumar.
      Y jéte aquí que surgió en el P d I una existencial duda cuya solusión, sólo ahora tras dos mil años y cuatro mil trillones de milmillones de segundos pudieramos conoser. ¿ Cuál fuera la tierra de promi - sión de la que hablaba el bueno de Moiséh?
       No tuvieron más remedio que emprender de nuevo el viaje, que la diáspora se la llevaba una agensia muy pofesional, y estas criaturas por el camino fueron objeto de numerosos y viles sesinatos y Holocautos que se fueron grabando en su memoria de P d I y ahora, en el presiso momento que este humirde cronista os cuenta, una nota discordante en todo el mundo clama, en esta sona del orbe donde esto susedía, y de noche también: que al pueblo palestinón, unos que disen ser el P d I, pero en realidad son nortamericanos, con los que no se identifican las persona judias blancas y buenas de verdad.
       Y si esta desgrasia es motivo de fábula, es presiosamente porque la cruda realidá es asolutamente increible y todo el circo mundial se rie que da PENA.
                                                
                                           JÁSEFALTA UN JOSAFAT
QUOD ERAT DEMONSTRANDUM, el problema se remonta a lomos de la Istoria Hantigua y cabalga asia atrás y es un sindiós y como Yavéh no mueve la mano y hasta parese que mira para otro lado, la única solu - sión sería mandar un Ponsio Pilato nuevo que le parase los pies a estas persona vengativas. Y aquí la fábula fina.

miércoles, 13 de marzo de 2013

CARTA AL PAPA FRANCISCO I

Bienaventurados los que nacen sabiendo que van a morir, ignorantes de la nada en que han vivido; porque de ellos será el reino donde se unan con Dios muy buenas.

martes, 12 de marzo de 2013

EL MUSEO DE LA PATATA



Soy un tubérculo. Un intrépido corazón de patata, eufórico, hidrófilo. Sí, tienen razón, puedo parecer patético, pero quisiera formar parte de algo más grande, quisiera ser el ingrediente de una gran tortilla de patatas. 
   Una humilde y enorme tortilla de patatas. Trabajar en equipo ¿saben?, es muy triste la soledad, a veces los niños me pinchan con las puntas de sus paragüas y se rien de mis malformaciones. No saben que el planeta tierra tiene forma de patata.
   No se imaginan ustedes la rabia que puede llegar a acumular una patata cuando nadie la quiere, cuando nadie la acaricia y le quita la cáscara trémula llena de tierra. Sentir el roce de la hoja de un cuchillo es tocar el cielo para nosotras. En cambio aquí me tienen, en un museo, rodeada de turistas que van envejeciéndome a base de fotografías y deslumbrada por los flashes.
    Es fácil cerrar los ojos cuando se tienen sólo dos. Para mí sin embargo es un suplicio cada vez que una nube de curiosos se arremolinan para inmortalizarme. Es un infierno ser la patata más grande del mundo y un día de estos armaré una buena. Me escaparé del museo rodando y tomaré un baño de aceite hirviendo. Harán falta muchos huevos para pararme. En serio.
Dibujo de Graham Lambkin

sábado, 9 de marzo de 2013

EL ATREZZO


Ya lo conté aquí no hace mucho. En el pueblo de mi novia se desviven por los forasteros que de vez en cuando nos acercamos a estas tierras surrealistas.         Una sola calle en espiral hasta el meollo donde el alcalde, el cura, un guardia civil y dos payasos, se disputan en qué esquina vivió el insigne poeta , santo y músico Güido d'Atrezzo, esperando así redimir a todos los mortales con una interpretación de la partitura favorable al sentir general, y una cierta expectativa de negocio turísitico; da miedo.
       Margarita insiste en que me prepare para guía cultural. En el pueblo perviven  aún en pie unas joyas modestas del barroco flamígero. Una ermita que llaman de San Güido, y el actual guia del villorrio, conocido familiarmente como El Atrezzo.
        Este popular señor vive en una locomotora de tren abandonada a la salida del poblado , al pie del otero donde la singular ermita ondea por las tardes una tibias llamaradas de fe hacia los sencillos habitantes.



          Así que, sugestionado por el aura de misterio y sabiduría que precede a este señor me encamino hacia su morada y toco en este mismo instante la campanita de avisos de la locomotora. Con lentitud pero de manera muy solicita, un caballero desarrapado con una gran melena hecha de plumas de pato y cuidadísimas pelusas de escenario, ha asomado la cabeza por un ventanuco:
          -Usted debe de ser el novio de Margarita, pase por favor, muy honrado con su visita  - me dijo- moviendo como un péndulo el brazo-. El interior de la locomotora era una capilla repleta de objetos de la más distinta procedencia, que maceraban al calor de la chimenea una ilusoria apariencia de beatitud. Me llamó la atención una cuerda curva suspendida sobre el techo que parecía ser la bocina del tren. El señor Atrezzo intervino con audacia cuando fui a tirar de ella.
    -No haga eso, amigo, en esa cuerda se guarda el mejor secreto de esta aldea...- ¿cómo? -repuse- ¿qué sucede cuando se tira de ella?
                                   -Asómese a esta ventanilla- me indicó- y podrá verlo.
Me asomé. La Ermita de San Güido dormitaba con unas urracas nerviosas sobre la cruz cuando de pronto, el monumento cayó para atrás haciendo un estruendo de tormenta, con una fachada de cartón piedra. Asombrado miré al guía del pueblo, que me observaba con escepticismo no bien disimulado de gratitud, y me dijo:
                                   - Ya ve, amigo, era todo atrezzo.
                         
Dibujo de Carl Kylberg

Clase magistral de suplantación de personalidad

Tuvo lugar esta nanoconferencia en la Red Global. Hubo de separarse al pez espada de la paja, yéndose por tanto muy directo al grano.

El sujeto en la narrativa actual viaja. En autobús, agarrado a un asidero más bien plastificado. Otros objetos alrededor, con vida propia, ejercitan las órbitas de los ojos con emanaciones de ansiedad en la mirada. El sujeto en la narrativa actual fuma porque se ve bien. Intenta moverse en la sociedad con una cierta libertad, pero hay orificios que le imploran auxilio desde los libros por desempolvar, sucias bocas contemporáneas sin limpiar, urgen al sujeto y al objeto a ser la misma persona. El sujeto en la narrativa actual pasa página del objeto. Mal asunto.

viernes, 8 de marzo de 2013

LA VISITA, de Sławomir Mrożek

Estaba sentado como de costumbre a la mesa tomando el té, cuando en la puerta apareció un arcángel con la espada flamígera.
   -Tenga cuidado, arcángel, de no quemarme con su espada el armario, es inflamable- dije intentando tomarlo a broma. Era un método ya probado, lo había utilizado en numerosas ocasiones, aunque en circunstancias muy diferentes. Basta con aplicar un tratamiento grotesco.
     Pero el no hizo caso, sino que siguió mirándome.
    "Debe de tener poco mundo -pensé-. No habrá visto el teatro del absurdo, no entiende de bromas."
    Aparté el té y me puse a reflexionar sobre qué podía hacer.
   ¿Tratarle desde un punto de vista materialista? Por su naturaleza, es decir, por la naturaleza del fenómeno, era imposible. Al fin y al cabo, el materialismo niega semejantes fenómenos. Negarlo sí que se podía. Pero no en el momento en que él miraba y tenía la espada en la mano, porque si tenía la espada, también podía usarla.
    ¿Tal vez un compromiso? Después de todo, el psicoanálisis no niega semejantes cosas, sino que las explica racionalmente. Si conseguía tratarlo con el psicoanálisis, estaría salvado. La espada, por lo demás flamígera, cuadraba muy bien, el símbolo estaba claro.
    - Comprendo- le dije. Esta espada no da lugar a dudas, es un caso clásico. Y ahora que ya he tomado conciencia de ello y lo he interpretado, le ruego, arcángel, que se vaya.
     Pero él no hizo ni caso, sino que siguió de pie mirándome.
    "¿Qué pasa...?- pensé un poco nervioso-. Con todos los logros culturales de nuestro tiempo y con mis estudios, ¿cómo es posible que no sepa ahora de qué se trata y me tenga que romper la cabeza pensándolo? Un momento, un momento...¿Tal vez he olvidado algo? ¿Tal vez sí que es posible darle una interpretación? Pero más amplia, no con el psicoanálisis, del que, por lo que se oye últimamente, ya se duda un poco. Hay que tratarlo de un modo más sincrético y moderno."
    -No entiendo de física contemporánea- le dije en tono conciliador-. Pero parece que existe algo como la indeterminación entre la naturaleza molecular y ondulatoria de la materia. De modo que si el arcángel es algo por el estilo..., digamos un fenómeno intermedio, o quizá limítrofe, o tal vez algo más, es decir, algo menos..., un continuum, quiero decir, aunque por otra parte tampoco del todo un continuum...
    No, tampoco. El arcángel me miraba con aire impasible. Y  no era de extrañar, ya que hasta para mí mismo mi deducción resultaba poco convincente, además me había liado. El tiempo pasaba y yo tenía la sensación de disponer cada vez de menos.
    -¿Puedo ir al lavabo?- pregunté.
    No me lo prohibió, pero tampoco me dio su permiso. Así que lo tomé por un consentimiento. Al fin y al cabo soy sólo un hombre, ésta es mi limitación, pero también mi derecho. Y se suponía que no iría conmigo al lavabo, con la espada no quedaba bien.
    Cerré la puerta con el pestillo y de pronto tuve una iluminación.
    Pero si él no me exigía que yo comprendiera quien era él. Y menos aún que se lo explicara. Quién era, lo sabía él mejor que nadie. O en todo caso, mucho mejor de lo que podría deducir yo. Después de todo, un ángel es algo mucho más grande que yo, que apenas soy un hombre, y, ¿cómo uno más pequeño puede entender a uno más grande? De modo que si él me exigía algo, sería sólo lo que podía exigir de mí, es decir, sólo aquello de lo que yo era capaz. Y todo aquello de lo que yo pueda ser capaz, en el mejor de los casos, es comprender quién soy yo mismo.
    Tiré de la cadena para guardar las apariencias y volví al ángel. Pero él ya no estaba.
    "Ya no vendrá hasta justo antes del final - pensé-. Sabe que esto no se puede conseguir en el acto."
La vida difícil,  Sławomir Mrożek, Edit ACANTILADO
Traducción de Bozena Zaboklicka y Francesc Miravitlles

jueves, 7 de marzo de 2013

Cita a ciegas entre Rousseau y Maquiavelo: fin de la suite

Collage de Denis Dubois
Tienes razón, Juan Jacobo. La educación del calzoncillo es tan prioritaria como la del príncipe, si yo no digo que no; mas me turba la encendida soflama familiar, que saliendo del salón se encamina con tridentes y otras herramientas de corte, hacia la Corte Real para cortar el tráfico.
     Se comprende la desesperación de la gente cuando se ve comida por una especie inferior como es la rata de cloaca, pero no me negarás que la relajación de las costumbres, no es una condición per se, sin la cuál...y si no ¿ a qué atribuye usted, pues, mi queridísimo San Jacobo, el perpetuo enamoramiento del pueblo por sus príncipes?
        Recapacite.
       En tiempos de bonanza todo el mundo cree vivir como un gran señor, pero cuando la crudeza de la guerra asoma su torva y calva corona de muerte, muchos de los que invocaron libertad como a una madre ultrajada por la mendacidad y sevicia del poder, ahora remiendan solos en prisiones húmedas, los calcetines con que cubren sus tumefactos y malolientes pies, traidores a la patria.
     Si vas a venir a tomar ese brandy que te tengo preparado, apresúrate majete; la revolución está a punto de estallarnos en el móvil.
                              

miércoles, 6 de marzo de 2013

Rousseau: contestación al e-mail de Maquiavelo (en aquellos tiempos)

donde se habla de la turbia proximidad que guardan algunas farolas entre sí


  La causa del hombre, mi querido Maquiavelo, es la distancia entre las farolas, que ha de ser pensada por una ética equidistante. El gestor municipal, qué como sabes, es un ser con muy pocas luces, ha ordenado, en contra del más mínimo pudor de justicia y libertad, instalar en algunas farolas, un sensor de caricias, con objeto de regular la correcta distribución del amor en toda la población.

  Ya deberías saber que la revolución social comienza en la familia y en tiempos de crisis. Todavía no ha nacido Stuart-Mill, pero es vox populi en las calles de París. Es un problema, este del bien ontogenético del hombre, o su pudridero en el corrupto y sucio fanal de la historia, siempre abocada a mirarse en el espejo del tiempo y su eterno fin, convenientemente preterido por los expertos en la materia. Me reitero, en París ya van dos semanas que no se recoge la basura, y la gente lleva los calzoncillos roídos por las ratas, que son, por otro lado, las principales activistas, con esos chillidos que pegan, ampliados por el sistema de alcantarillado.

  Un consejero de la República ha llegado a sugerir, que apagando la mitad de las farolas, aunque descienda de manera muy notable y perjudicial para la seguridad ciudadana, la temperatura ambiente se distribuirá, como el amor que a su calor vive, de manera más ecuánime, hasta casi eliminar los restos de caricias por la calle.

  ¿No ve usted, de justicia, un contrato distinto, quizá con unas compañías telefónicas que no nos cobren a precio de oro, estos correos electrónicos tan, con desespero vive dios, largos?


                        
                             

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