martes, 20 de agosto de 2013

QUIÉN SOY YO / de Bohumil Hrabal, 4ª entrega



Soy de esas personas que cuando vuelven la vista atrás y se dan cuenta de que la vida se les escurrió entre los dedos, se llenan de fe en la vida eterna. Sí, entonces tengo no la impresión sino la seguridad de ser ya un nombre registrado en el catastro de la vida, más allá de las cosas, dirigiéndome hacia una vida eterna de la cual no hay escapatoria posible. Es como mirar de frente al sol de primavera, un cegamiento tan amoroso como el que provoca el alcohol más entrañable. La vida eterna no es más que una bella y terrible salmodia acompañada de valses interpretados al clarinete, repetidos para siempre. Entonces la muerte no tiene nada que ver conmigo porque es justo una frontera agradable, donde es suficiente inclinar apenas la cabeza para regresar allí de donde venimos al nacer. Cada día, cuando me enfrento a la posibilidad de morir, me acerco a aquel dulce secreto detrás del cual empieza el reino de la luz. Así pues, ya no evito nada que sea mortalmente peligroso, ignoro todo peligro, he perdido el miedo. Sólo deseo habitar en la no libertad de la luz. El mundo de lo que fue ya no se aparta de mí, más bien me viene al encuentro. Un cementerio devastado es el triunfo de la luz. 
Colage de Walter Brusius, en Facebook.

Para mí, el presente está definitivamente perdido a favor del regressus ad originem. Está perdido, ese mundo, y yo regreso allí donde nunca estuve. Sin quererlo, he pasado toda la vida mintiendo porque he vivido en un mundo que no es sino una mentira en cuyo final, sin embargo, uno puede percibir la verdad de la luz. Me encanta entonces la esclerosis y el olvido y el error, con placer observo cómo me acerco a la imbecilidad, cómo se están agotando todos los almacenes de mi memoria, soy feliz de acercarme a la idiotez en tanto que cumbre de la existencia humana. Para mí ya no existe ningún peligro, no tengo motivo alguno para advertir a nadie de la violencia de las dudas y de los errores cometidos, todos los consejos que recibí y ofrecí demostraron ser sólo vanidad de vanidades, cada persona, y por eso el mundo entero, no hace nada más que lanzarse de cabeza a la desgracia, y voluntariamente; pero sólo tras caer en lo más bajo se encuentra la verdadera luz. La luz in tenebris, eso sí, cuando ya es demasiado tarde. Y cuando ya es demasiado tarde, se alcanza la verdad que es siempre más que cualquier ficción. La ficción es sólo un bellísimo aplazamiento del conocimiento. Aunque la ficción es siempre más que una ideología, más que cualquier idea política. Un epílogo es siempre más bello que un prólogo lleno de esperanza. Si en la antigüedad los ancianos solían situarse en el primer plano era porque la vejez tiene al alcance de la mano la propia juventud inundada de luz...

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