lunes, 23 de septiembre de 2013

BESTIARIO ENDÉMICO: el niño sabio


El niño sabio no es autóctono de la madre que lo parió. Quién podría dar a luz a una criatura cuya cabeza es tres veces mayor que su cuerpo. Se cree que es originario del Bosque vegetativo de Tulandia, una enorme masa forestal, en cuyo subsuelo se generan las más diversas especies de tubérculos. Es poco frecuente que sobreviva al asedio de los jabalíes y otras bestias que hozan el suelo en busca de trufas y apetitosos cerebros. Cuando se encuentra uno con vida se le traslada rapidamente al Museo de Ciencia Naturales de Tulandia, donde se le habilita un despacho con un ordenador personal y unos grandes contenedores repletos de hojas muertas, lombrices, poemas cursis y otros deshechos del otoño. El niño sabio (parvus sapientíssimo) una vez se adapta a su nuevo hábitat, enciende el ordenador y se dedica a escribir en un lenguaje indescifrable, larguísimos estudios críticos sobre la naturaleza de la energía cósmica, así como farragosos tratados de gramática. 


     Obviamente toda esta sabiduría ya está superada en la Mancomunidad del Priorato de Uvas Calientes desde que se implantó la educación por microchip, sin embargo los archivos del niño sabio, permiten aún a las tríbus mancomunadas mantener una especie de tabú sobre el aprendizaje de sus hijos, según el cual, no hace falta hacer ningún esfuerzo para aprender. Curiosamente, se ha descubierto hace poco un pasaje en el que el niño sabio diserta sobre la necesidad de eliminar por completo de los métodos pedagógicos tulandeses, la palabra motivación, dice así:

     " Por completo chiflados por los colores, una pena de niños. Gominola mala, eso no son lombrices. Cada uno su esfuerzo importantísimo, antes de jugar, antes de saltar a otra cosa, no son cerebros lo que criáis, son trufas."
   Los científicos no logran descifrar estas sencillas palabras, pero por precaución han sido eliminadas las visitas guiadas de colegios al despacho del niño sabio, podría ser una influencia negativa. Quitarles para siempre las ganas de instruirse: ¿cómo un ser que sabe tanto, se permite decir estas cosas sin haber cursado siquiera la educación básica? Se preguntan todos en Tulandia, incrédulos.

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