jueves, 16 de abril de 2015

GENTUZA DE LO PEOR: Gracias hipotéticas, de Juan Filloy


Frecuentamos con mi mujer el «Restaurant APICIUS» de la calle Arroyo. El ambiente es de suma distinción y su exquisito menú de suma...y sigue. Antenoche, al abonar mi cuenta a la cajera, tal vez obsesionada por el monto que debía devolverme del billete de cien mil australes que le di, me cobró equivocadamente sólo 25.000 australes. Noté que me daba de más y me callé. Un caballero debe serlo en todo sentido, menos en pasar por sonso. Lo son los infelices que devuelven dinero hallado o enviado por la suerte o la benevolencia de los dioses. Por eso, el cinismo sabotea con fruición a la honradez y al diez por ciento que es la tarifa legal de los sonsos que devuelven dinero¡esa bienandanza! Lógico: yo me distraje y embolsé tranquilamente el exceso en mi cartera.
   Al hacer el balance de esa noche, la cajera constató que le faltaban 75.000. En el respingo que dio casi se le saltaron los ojos. Después, una desesperación llorosa le abatió y la acompañó compungidamente hasta regresar a su casa.   Por cierto, no pudo dormir. Era mucha plata para ella y un patrón implacable. Presa de un terrible insomnio, su mortificación no tuvo respiro. Nada pudo librarla de él. Recién al amanecer, entre la madeja de recuerdos, destacó uno. Entre los clientes que habían pagado la adición con billetes grandes, recordó a un señor bien puesto con una damita frutal al lado. A lo mejor era el beneficiario al darle el vuelto. Y como quien se agarra a una tabla de salvación, la imagen de la pareja se afirmó en su memoria.  Era la quinta o sexta vez que cenábamos en el Restaurant Apicius. Al entregarle nuestra factura a la cajera, advertí una especie de suspenso en su tarea y seguida de una rapidísima inspección a nosotros.   Y con voz velada por la emoción, me explicó:
   -Disculpe, señor. Noches pasadas, el martes exactamente, al abonarme la consumición, le di de vuelto precisamente la suma que debí cobrarle.Ni me inmuté. Todo caballero expone las cosas apaciblemente.Manifesté por consiguiente sin responder:  -Señora, yo soy argentino. No tengo nada de genovés, francés o escocés; vale decir de esos tipos que cuentan minuciosamente el vuelto. Cuando voy al banco a cobrar un cheque, no compruebo la cantidad que me da el empleado. Lo mismo, cuando me dan el vuelto en el restaurant o un comercio cualquiera. Supongo que me entregan correctamente lo que me corresponde. Por tanto tengo la convicción legal de que usted me entregó lo justo. Ahora bien, en el supuesto caso de que usted me entregó de más, sólo me resta darle las gracias. Graciashipotéticas, por cierto... 
 
del libro, GENTUZA

Colaje de Juan Oficio



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