miércoles, 22 de junio de 2016

ANTIGUO CUARTEL DE INFANTERÍA


La melancolía del piano es vertical. Apenas un signo contra el tiempo, que el cristal de una melodía falible deshace, temperada. En cambio la potencia del árbol desafía el horizonte, le impone líneas de sombra, espacios donde la luz se anula en recuerdos. La infantería necesitaba plazas grandes para escenificar el aseo de la disciplina, una cosmética del caos que es una guerra.
A pesar de lo llamativa que es la sangre, el hombre se empeña en revivir dioses que no le obligan a ser compasivo. Es la burocracia de la zapatilla deportiva, el mercantilismo insulso de la bella factura. Qué barato sale ser poeta. Mientras tanto, la estructura de la melancolía va afirmando, en el estudio del piano, la sutil araña de unas manos tan sabiamente independientes que colorean ese vago sentimiento de estar vivos; al filo siempre de falsarse en nuestra contra.
Cruza la plaza del antiguo cuartel una mujer joven, negra, y calva. Imposible más elegancia.


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