Antes que tú, la sombra desperdigada de los vencejos; inapresable. Apenas los escombros que una fe de niño aún jugaba a componer con forma de amor. Ahora tu mirada, franca como la luz de la mañana, me desnuda este ser que la vida me puso y siento la rotunda belleza de estar vivo en tus brazos. Después de ti no hay nada: pasarán más vencejos y me hablaran del tiempo como una promesa compasiva, fugaz piedad que alerta la brevedad del hombre y su destino. Posa en mis manos tu mirada pura de lumbre divina. Hazme un sendero de estrellas. No quiero perder la estela de tus labios jamás.
viernes, 10 de junio de 2016
¡REALIDAD, SUEÑO, A UN TIEMPO!
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