Sujeto como una marioneta a las cuerdas de la angustia,
frotadas en un violín sonando a Bach, ensayo un poema
a manera de mueca del destino, que pudiera decir
por qué aquello que las palabras mentan, no es la verdad
de un corazón frente al espejo discorde del mundo,
latiendo bajo el yugo de su propia ignorancia, un corazón
patrón de todas las medidas. Válganos siquiera la prudencia
para saber parar a tiempo la agitación, desde dentro,
y dejar a la víscera en su función primordial y única,
hablando en un lenguaje misterioso que no confunda
la lógica de los hechos con los sentimientos. Poema
ensayado sobre la piqueta de la decepción, a punto
de perder la cabeza por un sueño imprevisto,
por un juego de niños que no supieron crecer
sin ir pagando el precio de perder la inocencia.
El amor no se deja apresar, es un ave de paso
que no vive en el tiempo. Con un frío temprano
se calienta, toma el sol por la noche en tu frente,
y se va para siempre cualquier día; ni cómo, ni porqué,
explican nada, salvo por excusarse dignamente
de no entender razones que la razón no entiende,
de corazones que el corazón no entiende.
Una multitud entrópica de gente guapa, me recuerda
que debo comenzar a montar el espectáculo pirotécnico:
esta noche la luna se muda a un barrio residencial,
y no se dejará ver nunca más. Esta noche debo lograr
una temperatura de la emoción, un fuego artificial.
Solo palabras, esclavas del error, ensayando un poema.
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