Tecnología del ojo derecho: heredera de la antigüa tecnología de la mirada larga. Frente a un papel en blanco, fracasa, por unidimensional; pero, frente al infinito mar, enredado y virtual, en el que nos ha tocado vivir, simplifica la visión al máximo, y reduce, drásticamente, el márgen de error.Algunos teóricos piensan que esta simplificación es un atraso, porque no contiene aparato crítico. No les falta razón.
Tecnología de la huella digital terrestre: heredera de la eterna manía de la humanidad, de señalar, deícticamente, el milagro, hallá donde se manifieste. A veces, ese ansia de milagro, le lleva a la criatura humanidad, a perder el norte completamente. Sigamos por el momento, confiando en el pulgar pantocrator, y el ratón, a los que por cierto, no hay que sacar punta.
Tecnología de la taxonomía diferida: sin esta última tecnología, la primera no tiene sentido. La enunciaron teoricamente, entre otros, los empiristas ingleses, amigos del molde para el plum cake.
Pero es muy útil, y sufre pocos cambios durante largas temporadas históricas. Por si fuera poco, cada equis genera óvulos fértiles en la inteligencia humana.Es mejor fiarse a la tecnología cerebral central del cada cual, que es la que rige para todo, y por supuesto, al ordenador personal, y sus enormes capacidades de transferencia universal.
El papel, y el lápiz; con esa gran olvidada, que es la goma, han entrado en coma.