martes, 22 de octubre de 2019

PENSAR CON CABEZA

Crucial, en este punto, saber primero si la que tenemos nos sirve realmente para algo: basta con que dé para vivir. Pero si lo que queremos es pensar de verdad, y dejarnos de vaguedades inspiradas en un imaginario personal, políglota y naufrago de mil lenguas pavoridas; no basta con pensar con dos brazos, o un solo ojo. Hay que acompañarse de la cabeza, o mejor todavía: acompañarla a ella, con la elegante resignación del que sabe que va tener que acatar alguna que otra orden equivocada sin rechistar.
Colaje de Paco Marcos
En otras palabras: la cabeza es una señora que no se deja intimidar con facilidad. Y sólo intima con quien le apetece. Parece a veces frígida, melancólica, pero es un estado pasajero; se ofrece luego en dones claros. Pensar con cabeza es uno de esos trabajos que no le interesan a nadie, como recoger lechugas, y que acaban haciendo otras personas que tienen verdadera necesidad de valerse en la vida. Nosotros, como ya lo tenemos todo resuelto, y en suma nos basta con reciclarnos un poco cada día, acabaremos en un contenedor de materia gris. Y estará bien, pues así los mendigos que necesiten un cerebro en condiciones podrán sacar uno decente con un ganchito, y darle mejor uso.Tampoco es cuestión de lamentarse ahora: ya es tarde para pensar con cabeza, hoy por hoy solo puede traernos complicaciones, y lo que es peor; la más absoluta de las soledades. Es mejor levantarse de buen humor, hacer un triple mortal sobre el colchón, desayunar sin agobios, darle los buenos días a todo dios, y hacer esa actividad que nos va a proporcionar el dinero que necesitamos para seguir viviendo, sin tener que pensar con cabeza, un día más. El resto que lo hagan los políticos, los científicos, y los inmigrantes.




sábado, 5 de octubre de 2019

PENSAR EN VOZ ALTA



Una actividad tan, en apariencia, silenciosa como pensar, debiera pasar inadvertida. Quien haya asistido a alguna de esas discusiones públicas en que los contendientes se espetan lindezas sin pudor, podrá entender, eso espero, que en el origen del pensar, el hablar ya ocupara el trono sedente del rey mono; imaginemos a nuestros balbucientes antepasados intentando comunicarse entre ellos a duras penas, sin la enorme ventaja que tenemos hoy de decir, por no ir más lejos, la palabra "discurso", y que todo el mundo, misteriosamente, nos comprenda. De aquella libertad de expresión, encogida durante milenios en una postura casi salvaje y primaria, hasta las expresiones de libertad con que, a veces tan en escarnio propio, aun ignorado, disfrutamos de las veleidades del lenguaje, a sabiendas de que aunque no diga nada, dará qué pensar; no parece que hayamos mejorado tanto. Gran error. Siempre es mejor pensar antes de hablar, o en todo caso, hablar en voz baja; pero pensar en voz alta es arriesgarse a que te sustraigan legitimamente el altavoz, que es la suma del mal gusto en lo que atañe al pensar, porque: ¿podría soportarse que un listo se inventase el altavoz de los pensamientos, y nos desayunaramos de buena mañana oyendo los pensamientos crepusculares de (que cada cual cambie el personaje a su gusto) pongamos, Manuel Fraga? Lo que se dice pensar, pensar, y en voz alta, creo que el único que lo hizo en condiciones fue Albert Einstein en la ducha, y tampoco todos los días.



Colaje de Paco Marcos

viernes, 4 de octubre de 2019

PENSAR CANSA


Desde que el poeta italiano Cesare Pavese acuñó la expresión "trabajar cansa", cualquier verbo seguido de la palabra cansa adquiere, por arte de empatía, un prestigio no menos antiguo por novedoso. Para los que trabajamos pensando sin ánimo de lucro lo tenemos crudo, porque pensar siempre es cansado con alas tristes. En el pensar reside (oronda y comodamente tumbada en un diván de psicólogo, recitando en tono menor y con variaciones, la interminable sonata soporífera de su particular neurosis) la pesantez y el cansancio de pensar.
El trabajo fue, desde el imperio romano, que inventó un instrumento de tortura denominado tripalium; sede y asiento de mártires, santos y esclavos, cuyo nombre acabó haciendo honor, en toda lengua, al noble ejercicio de morir trabajando, como siempre con cualquier peregrina justificación dicha con pompa y circunstancia. En suma: los que trabajamos pensando nos cansamos el doble, y es esa la razón principal por la que acabamos escribiendo cualquier nota literata, en vez de coger los aperos y plantar un berro que tendrá tus ojos.




miércoles, 2 de octubre de 2019

PARARSE A PENSAR




Uno va, pongamos por caso, andando. Digamos que por la calle, ya que a nadie que tenga patio y/o jardín, se le ocurre salir a la calle a pasear, a no ser que lo inviten y sea interesante. Todo este preámbulo sólo para decir que si se para usted a pensar en mitad de ninguna parte y hay público, parece que se nota más que se ha parado a pensar, pero en sentido directo: como pensar es un hecho casi íntimo, si lo hacemos tumbados en la cama y mirando al techo, o mientras suena de fondo la típica sonata del doctor Bach: pararse a pensar es de obligado cumplimiento, y sin ayuda de semáforos, al menos en aquellos momentos de gravedad, de una hermosura terrible y arrebatadora, en que el contexto requiere de todos un instante de serenidad y reflexión trascendente.
Si no paramos a pensar, ni siquiera, en un alegre velatorio, o en las tristísimas e interminables colas del paro, o incluso en las no menos divergentes situaciones en que comprar tabaco parece una cómica heroicidad de folletín; es porque hemos perdido algo sustancial de esta genial fibra de artistas que somos, y solo servimos, de ahora en adelante, para vacar a nuestras ocupaciones, olvidando por el camino asuntos cruciales para los que, aun no teniendo arreglo, hay que parar a pensarlos. Si no se piensan se paran.



Colaje de Paco Marcos
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