miércoles, 5 de octubre de 2022

MONÓLOGO DE UN SAPO SAPIENS

 

I
Omnisciente es el vidrio, apuntalado en la certeza de su transparencia, así como esta mi vulgar papada de sapo entiende que hay una funesta baba en cada neurona, esperando el momento destinado al canto de la nube. Por eso callé durante un tiempo, sumergido en la pluralidad de sentido, imaginando el ansiado incendio de las peluquerías. Querido primer mundo, aquí estoy parapetado en mi hedionda suficiencia, de un solitario salto accedo a la terca aridez de la nariz humana, contumaz peregrina de naderías. Las siete puertas de Jerusalén están selladas. Callé para volver poquito a poco, con una llave asesina.

 

II
Parece que la historia podría resumirse encima de una flor de loto, en la comodidad asustadiza diseñaría ancas a la medida de una explicación universal para llenar de cieno y estiércol las estúpidas manitas blancas de la brisa, que se lleva lo grave a comer caramelos. La venenosa superficie de esta piel escamosa me delata. Transfinitar el mundo, me digo, y croo. Sapientísimo croo, sapopótamo, sapoderoso, sapón divino, me hundo en la humildad del barro para escupir en la calva del presentador de televisión el penúltimo escupitajo de la gloria. Pero ya todo el mundo, secretamente, sabe, que la turbiedad del agua proviene sin ninguna duda de gargantas bien algodonadas. Cabrones sin fisuras.

 

III
Observo la naturaleza humana como el árbol que es. Un coro de ramas intrincadas violentan la azulejería del cosmos: esa vagina desdentada y triste. Es el llanto polifónico de lo vegetal, clamando por una genealogía inconfundible, pero la corteza del sueño hunde en el olvido toda la pudrición humosa de esta maternal indolencia en que se complace el género sapiens. Sapo de sapiens al cuadrado de la inmortal ignorancia, paladeando el jugo surrecto del vino frente al combate de la sangre desinhibida. La profunda insatisfacción del ser humano proviene de su negación a reconocerse aquí, en la probidad especular de una charca.




 







martes, 27 de septiembre de 2022

POEMA A DOS MUJERES



Presto a borrarse todo, crepitan las golondrinas

al caer la tarde. Miro el rostro amado de mi madre

y me veo contemplándola. Apenas puedo reprimir

el iluso deseo de su permanencia. ¿En qué otro lugar

sino en este fondo sin fondo, en esta luz a oscuras

de la materia humana cuajando sus rosas de muerte

puedo sembrar la raíz poderosa del recuerdo?


Ella levanta ahora su mirada hacia mí y comenta

una lejana música que se advierte lejos, y yo

concentro toda mi fe en este nudo en la garganta.

Pronto me iré de aquí, donde crecí queriendo,

en múltiple color de amores viejos, donde aprendí

una voz de no sé dónde, antigua y bella, donde perdí

por primera vez algo de esa inocencia tan valiosa

que nos deja perplejos ante la vida, y nos hace

acordar el corazón con lo que de verdad importa.


Tus manos me esperan, son pequeñas como risa

de niño, mas se alargan creciendo sobre mi cuerpo.

Tu boca me nombra en silencio, me habla de un lugar

donde estuve siempre, porque no existe. Un viento

de agosto me llevará hacia ti, y plantaré un sueño.

El sueño de un árbol que da sombra al solitario.

El sueño de un árbol que desafía a la luz:

esa inclemente claridad de la vida que vence,

con recuerdo impostado, a la humilde memoria

de los días hermosos que muy seguramente

habré olvidado, y aquí, en el poema, quieren

verter aún su última tarde para siempre.









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