
te será cobrada en herrumbre.
¿ Hasta dónde pensabas apurar
esa deleble flor de la memoria
enquistada en los pasos que no diste?
Si cruzaste ese puente no fue por verte a tiempo.
Más acá de tí mismo te verás, en lo que te negaste.
La vida práctica tiene el hábito sintáctico de decir a todo que sí. Es una táctica aséptica; desde una óptica crítica, no tiene sentido fáctico, ni siquiera didáctico, asentir por asentir. Eso sí, es el mejor profiláctico para evitar trabalengüas morfosintácticos que alteran el ácido láctico. Qué sería de la vida sin textos paratácticos: anda, una cafetería, cuidado, antes hay un semáforo que me sonríe para que cruce.
Los versos de Juan Ramón Jiménez pertenecen al poema La carbonerilla quemada, de Historias para niños sin corazón.
Antolojía poética, Editorial Losada, Buenos Aires, 1944.
Juzgaríamos, por su aspecto, que se trata de una mutación genética, de una especie nacida para la supervivencia, que a costa de haber perdido las alas, ha recuperado una cierta elegancia en la rama del buen vestir. Todo apariencia. Se trata de un ser menesteroso, que se comunica con gorjeos intermitentes y desesperados, que sólo halla respiro en el momento del café. Siempre a la misma hora; el gorrión del café hace melodiosas gárgaras, y a lentos pero súbitos sorbitos, paladea con su canto unos breves trinos enérgicos, con prosodia ejemplar, que algunos expertos filólogos de la Sociedad de Naciones Neutrales sin ánimo de lucro han querido interpretar, según una compleja clave muy similar al alfabeto morse, como un canto a la vida.
Hasta el momento, esta admirable capacidad sólo le había granjeado la admiración de algunas abuelitas, y la atenta preocupación de un ornitólogo ecologista, contratado por la Mancomunidad del Priorato de Uvas Calientes en calidad de sobrino del alcalde. Pero, he aquí que un grupo de científicos, muy cualificados, en paro, está desarrollando con él, un sistema cifrado para burlar las políticas de privacidad de las redes sociales, que tienen sometida a la población del viejo continente de Eurora, al espejismo indolente de la libertad.
dedicado a José Manuel Ruíz
El señor mayor que frisa la edad de sesenta años y luce una calva maquiavélica, va al médico con una regularidad de dos veces al año; le han cambiado de médico de cabecera. Sostiene un paragüas inglés en la sala de espera. A su lado, un anciano de setenta otoños, que inexplicablemente, aún siendo notoria la saludable elegancia de corte anglosajón del señor de sesenta, fiel a la pérfida buena percha del andaluz estoico, complicada alquimia de caracteres prácticos y ascéticos hasta el refinamiento árabe, la culta y humilde yerbabuena; se empeña en cederle su puesto: el señor Ruíz, apuesto y educado, coge del brazo a su simpático vecino hospitalario y lo introduce amablemente en la consulta.
En esos cinco minutos de espera, lee al maestro budista Chogyam Trungpa, una filosofía oriental de afilado intelecto, y medita sobre como el perplejo reductor de cabezas europeo, el sistématico homo faber, con su istrumento de calzar cerebros desprevenidos, representado por la doctora Soler, que ha de recetarle finalmente un ibuprofeno como a todo quisqui, parece un eslabón perdido de alguna antigüa especie de pájaros cirujanos, inspectores del cuerpo, en busca de un poco de alpiste en la sesera del prójimo. El señor vecino de los setenta años, combado hasta la rendición de la voluntad sale de la habitación, reducido al tamaño de una ardilla quejumbrosa que le pregunta; - ¿ahí afuera cae un ligero chaparrón?-, -casualmente,- le responde- como suele ocurrir en los cuentos cortos, llevo una bosa de pipas vacía en...espere Ignacio, tome, le bastará para llegar a casa, cuídese-. El señor mayor que toca la guitarra acústica y canta con una voz rasgada, canciones de Lou Reed, queda pensando en el cinismo político de la medicina: la doctora Soler le llama, con atiplada voz de corista, para entrar a la consulta, por su nombre de pila, como si el señor Ruíz fuese un simple ser humano, quizá pachucho, quizá un poco inclinado hacía delante, con el rostro ligeramente ensombrecido por la lluvia que, fuera, pone un velo de melancólica tuberculosis en los objetos y en las personas.Pero no es así.
El señor de la mírada de fauno viejo, de sátiro burlón incombustible, a veces también caústico, si hubiese que serlo, automáticamente se ha erguido con dignidad, con peluca volteriana, saludando a la perfumada doctora, que exhibe una melena vaporosa, extraña. Con el índice izquierdo indica el señor Ruíz, un poco violentado en su fuero interno por la escrupulosa familiaridad pegajosa de la nueva facultativa, cuarentona de costumbres mohínas y pedestres, asociadas a un vago humo de asado de caza, furtivamente grasiento y escondido al fondo del salón, en la finca campera de la sierra, y le señala decíamos con un dedo, la huella digital de la lluvia en los cristales, gotas de agua, benditas por el Dalai Lama, sobre el formato metafísico del sombrío ventanal del estado, que proporciona una pensión vitalicia, al héroe de Rimbaud, advirtiéndole de su condición poética de persona irrepetible y una, quitándose la peluca ilustrada en gesto de desafío, de buhonero peligroso a la sonriente médico de cabecera, que le invita a que se siente. Así lo hace, nuestro cabal amigo gaditano, siente que los pies le cuelgan de la silla. Su autoestima a decrecido unos doce centímetros, y se levanta, el mango del paragüas le llega ahora casi al pecho y exclama: - Mari Pili, vengo del Don y estoy en el Oye: esta sanidad para jíbaros basada en el concepto victoriano de atención al cliente, puede usted llevársela a la peluquería para el chisme concreto; al destripe del pollo antropomorfo.
Volvió el señor Ruíz, a una clínica privada de aspecto posmoderno, ridículamente aséptica como la carita lisa de la enfermera recepcionista; ahí le llaman de Don. Ya no supo que es peor, si la falsa calidez de la seguridad social, o el clasismo zafio de la medicina neoliberal.
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Joan Miró |
De entre todas las criaturas que pueblan el Priorato de Uvas Calientes, el sesgo cognitivo es la más peligrosa. Cree saber demasiado como para quedarse callado, y hace profesión de fe política, confundiendo al primo común con unos disparatados trompazos dialécticos sobre los temas más delicados de la actualidad de la Sociedad de Naciones sin ánimo de lucro. Envalentonado por sus maquiavélicas cualidades, suele militar en la curia periodística, bancaria o gubernativa, no pocas veces en todas a la vez, ya que tiene una marcada tendencia a tergiversar conceptos universales, disfrazándolos de problemas particulares; a tomar la parte por el todo, deliberadamente, para salirse con la suya. Desde la palestra de poder que detenta, se permite prometerle a todas las comunidades de vecinos del avanzado continente de Eurora, el oro y el moro, para luego someterlas a la esclavitud, asegurando que todas las penurias que padecen son por su bien.
Es tal la influencia que posee, que las minorías acomodadas y biempensantes del estado de Frigidaria han decidido erigirlo como la voz del pueblo, cuya voluntad manumitida dificilmente osa llevarle la contraria, cuando no siquiera mirarle de frente a la cara. Va siempre acompañado por un murciélago y un mosquito, ambos de total confianza, que le sirven de escolta. La Comunidad de Vecinos de las Praderas de Suavia, no obstante, se oponen al poder de este ser zafio y descomunal, que desprecia la ciencia, el arte y la cultura, y en general cualquier forma de vida que no se parezca a la suya, y han decidido liberar de la cuarentena a que tienen sometido al cándido vulgar, su enemigo natural. Sólo con el concurso de los primos comunes, los lechuzos normales y el sufrido cándido vulgar, puede acabarse definitivamente con el sesgo cognitivo, ya que las señoras cíclopes, a pesar de estar siendo desahuciadas sistemáticamente por esta especie, son, paradójicamente, sus más acérrimas defensoras. Contra el trompazo del sesgo, el sopapo del cándido; a grandes males, grandes remedios.
En la vieja Eurora, el continente de las ideas claras, donde el concepto apolíneo de la vida, representado por la dieta hipocalórica y la cosmética, tiene secuestrada la inteligencia y la salud femeninas, en beneficio de las grandes multinacionales del consumo; ha tiempo que viene paseando por los bulevares, la palomita pop. Es elegante y pizpireta, experta en manualidades de trapo; su esquiva belleza, que anda obsesionada con el despertar sexual, en compañía del no menos bien proporcionado palomo cojo, y con el mantenimiento de una figura muy estilizada, la está diezmando considerablemente, a causa de una extraña enfermedad psicosomática llamada anorexia, convirtiendo aquella belleza de la delgada musa poética, en un conjunto inarmónico de huesos que hacen un ruido de maquinaria delicada a punto de quebrarse.La palomita pop (columba cálida ) aparece en todos los anuncios de la Sociedad de Naciones en labores de azafata de vuelo, servicial acompañante de aguerridos conductores de vehículos deportivos, enfermeras sugerentes de hospital vanguardista, dependienta de perfumerías y tiendas de ropa. Esta especie, híbrido de mujer y paloma, inventada por los Talleres Publicitarios de Alelandia, con el único propósito de lucrarse, crea palomitas pop que no dejan de consumir compulsivamente productos muy sofisticados, tales como: teléfonos celulares con descargas estimulantes, bolsitos forrados de piel de pobre, bisutería comestible, gafas de sol con incrustaciones de frases célebres y otras tontadas carísimas por el estilo.
Por desgracia, el sistema reproductor del palomo cojo, a pesar del buen estado que aparentemente presenta, debido a esta nutrición deficiente, no sirve para nada. La saludable manía que esta especie ha tenido siempre, de mantener las estatuas egregias de las ciudades, cubiertas de guano, toca a su desaparición.
Su nombre científico, candeus vulgaris, hace referencia a una rara cualidad de este ser, autóctono de las Praderas de Suavia, que muda el color de su cuerpo al blanco neutro, cuando le afirman categóricamente algo que sea mentira. La policía moral lo usa con provecho para la delación de fraudes y demás ocultaciones interesadas, se utiliza como cebo para coger in fraganti a los malhechores, pero una vez consumado el instante de la revelación, es imposible sacarle una confesión, ya que, además de ser mudo, todo lo que oye se va acumulando en el fondo de sus orejas, inflamadas a causa de una otitis congénita, provocada por la escucha secular de la chicharra. Sus apéndices auriculares tienen la propiedad de erguirse y descargar tremendos golpes sobre la cara de sus depredadores; el lechuzo normal y el primo común, ambos dos obsesionados por la posibilidad de llevarse al pico un suculento plato de oreja de cándido frita. Aunque en apariencia parecen una víctima propicia, sólo el año pasado perecieron más de doscientos lechuzos, de largo, el avechucho más peligroso de Eurora, a causa del mortal sopapo que propina.
Se multiplican a través de estos enormes apéndices. Los ejemplares femeninos ovulan cuando sus parejas les arriman al oído cálidas frases de amor, siendo tal su capacidad reproductiva, que la Comunidad de Vecinos de las Praderas de Suavia, los ha puesto en cuarentena, so pena de caparles las orejas. Para evitar que mueran de aburrimiento los han enseñado a leer, suministrándoles una colección completa de novela policiaca a cada uno. En general se adaptan muy bien a todas la imposiciones a que la moderna sociedad les obliga: no pueden escribir, ya que contarían todo lo que saben provocando la sedición mundial, terminantemente prohibida por la Sociedad de Naciones Neutrales sin ánimo de lucro; tampoco pueden ejercer el derecho al voto, ya que se dejan convencer por expertos oradores, sin ejercer el más mínimo esfuerzo crítico de comprensión. En el estado de Frigidaria, no obstante, ya se ha visto la conveniencia de que acudan a los mítines del candidato contrario para ponerlo en evidencia, porque, al cabo de unos minutos de sermón, pasan de la mudanza de color a un trance de espasmos que provocan el desengaño del electorado. En el centro de Manipulación Genética de Tulandia , se está probando un antídoto para que, en vez de ponerse blancos a causa de las tamañas falacias que escuchan, aplaudan con las orejas.
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Diógenes, José de Ribera, 1637 |
Ahora que llego a Galicia, algunos paisanos suponen que yo he tenido devaneos con Málaga el verano pasado, que me he madrileñizado excesivamente o que soy un gallego-andaluz, según la frase de Pérez Lugín. El regionalismo gallego es una cursilería desesperante. Hay que ser gallego «a mucha honra». Y para mí no es honra ser gallego, porque considero que también es gallego Cao y Durán. Galicia es un país encantador; pero tiene un inconveniente: el galleguismo. En Madrid, en Buenos Aires, en La Habana, en todos los sitios donde hay colonia gallega, se puede estudiar un tipo muy curioso, que es el del gallego profesional. ¡Gallegos que viven de ser gallegos militantes! En las últimas elecciones de concejales celebradas en Madrid salió triunfante el señor Vilariño, del Centro Gallego.-¿Cuál es -le preguntaba yo a un paisano- la personalidad del señor Vilariño?
-¡Ah!, es un gran gallego -me contestó.¡Un gran gallego! Es decir, un hombre que es más gallego que otros. ¡No lo comprendo!El regionalismo tiene en todas partes un defecto fundamental que ya le señaló Baroja al regionalismo catalán: el de substituir con un problema casero los grandes problemas de nuestro siglo. En el caso concreto del regionalismo gallego, apenas si se trataba de algo más que de una tertulia literaria. Si por azar se refieren alguna vez los regionalismos al problema agrario; por ejemplo, lo hacen de tal modo, que este problema parece exclusivo de Galicia. En una velada gallega celebrada el otro día en el teatro Español, el recaudador de contribuciones se presentaba en escenas acompañado del Juzgado para embargar la casa de un campesino que debía no sé cuántos recibos.-¡He aquí lo que se hace con los gallegos! -decía el campesino.Un amigo vallisoletano que se sentaba a mi vera, se indignó:-¿Es que acaso en Valladolid no nos cobran la contribución?La obra era mala, y al final yo no quise aplaudir.-Es usted un mal gallego -me dijo el vecino del otro lado.
-No. Es que la obra es mala.
-La obra es gallega, y basta.Ya lo saben los currinches que quieran tener un éxito. Escriban en gallego.Julio Camba, 1909
En el Conservatorio de Especies Endémicas del estado de Frigidaria, se está estudiando la posibilidad de lanzar al continente de Eurora, el primate monódico; una especie que ha sido criada en cautividad después de concebirse en el laboratorio del Conservatorio, a partir de los restos de adn de un mechón de pelo del famoso compositor, Albúmino de Monodí, excelente melodista de corte minimaloide, cuya famosa obra, Politono para el móvil de su majestad, ha sido reconocida en Eurora como el himno oficial de la salud, gracias a sus propiedades para amansar las turbas berrendas de primos comunes. Se ha utilizado para la delicada operación, un óvulo fértil de un ejemplar de primorosa hembra de primate mático: estos chimpancés, procedentes de la Reserva Natural del Priorato de Uvas Calientes, que son ya los únicos depositarios de la tradición folcklórica musical, poseen una inteligencia límite que les favorece en gran medida el aprendizaje del solguapo, es decir, la lectura, de corrillo, de las notas musicales.
Se espera que su inusitada propensión a masturbarse, no suponga un escándalo para el distinguido público. En una primera fase de adaptación a los escenarios, se contará con el concurso de la magnífica directora de orquesta, Lechuza de Pallas, ante cuya presencia, es muy probable que el primate monódico, interrumpiendo la ejecución de la pieza con tocamientos genitales, no delinca. Si esto no da resultado, hay una línea de investigación abierta en el Centro de Manipulación Genética de Tulandia, para convertir los genitales del apreciado intérprete, en campanillas bitonales.
Europa se tambalea, querido. Aún recuerdo el sol de Roma aquella mañana que Mussolini entregó por fín su miserable vida al altísimo, era un sol alegre y colectivo, la gente reía ingenuamente como niños, Paolo, se me pone el vello de punta, cuanta miseria ¿no querías parar en Givenchy, Chiara? Sigue cielo, no pares. Mira, en aquellos días habilitaron en el ayuntamiento una oficina de personas extraviadas y fui a preguntar por mi padre... ¿ te lo he contado alguna vez? Multitud de veces, querida, tu padre era miembro del partido comunista y lo secuestraron unos días antes de estallar la guerra... Calla, me vas a hacer llorar,¡ qué sabrás tú de política, gamberro, que eres un sibarita sin escrúpulos! Calla y conduce. Me gustan estos tiempos modernos, Paolo, la libertad tan bonita que hay, los puestos callejeros de polenta gratinada, internet... pero añoro un poquito de aquellos, esa sensación de que en cualquier momento todo podía torcerse, el peligro de andar sola por la calle acuciada por fascistas engominados o por las galanterías de los escritores bohemios. La televisión era un juguete todavía, querido, no te enteras. Las cosas sucedían por sorpresa. Ahora retransmiten holocaustos en directo, lo que va a pasar antes de que pase, y nos quedamos con cara de idiotas, pensando cuando nos tocará a nosotros. ¡Qué pena de Grecia! Otra vez nos van a pasar por encima los tedescos, nos van a cobrar por el ser y el tiempo. Paolo ¿ éste coche es un Mercedes, no? Sí, Chiara. No me gusta, es demasiado cómodo, vamos a comprarnos un Cinquecento ahora mismo. Como usted diga, madame.
Selección fotográfica y título de Rafa Cornejo
Bajo una apariencia de ave noctífaga de mirada risueña, se esconde, en el lechuzo; una persona absolutamente normal. Siempre que se le proporcione una dósis adecuada de bayas de enebro y un vasito de agua tónica, a la hora convenida, el lechuzo normal acudirá presto a sus deberes laborales. Suele ocupar pequeños cargos de relaciones públicas, dándose, en extraordinaria ocasión, el caso de haber ascendido a ministros del exterior, gracias a una sabia combinación diplomática de fondos de armario y anécdotas sobre la idiosincrasia de los distintos prioratos, mancomunidades autónomas, nacionalidades histéricas y populandias de vecinos que conforman el magno continente de Eurora.
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Señor Moralinos, exministro del exterior de Tulandia |
Originario de las praderas mansas de Ginebra, donde era muy apreciado en los albores de la edad mediocre, por las propiedades curativas de sus lágrimas, que se creía sanaban la ceguera catártica y los déficits de atención infantil; inició una diáspora por motivos personales a principios del siglo XX, patrocinada por la nacionalidad histérica de Tulandia, con el objetivo de difundir el sentimiento tulandés por toda Eurora, concitando en algunos casos la enemistad de regiones tradicionalmente amigas. Un incidente con el Priorato de Uvas Calientes, a la altura del meridiano de Sandwich, se saldó con la muerte, hace tan sólo cuatro días, de trece primos comunes, ocho lechuzos, y una señora cíclope que pasaba por allí con la aviesa intención de fulminar primos comunes con su mirada unívoca. El altercado se originó a raíz de la irrupción de una colonia de lechuzos normales en la fiesta del celo de los primos comunes, que estaban en esos momentos ejecutando amorosas cópulas y quejidos líricos ( ver berrendataria de Satrústegui ). Se sospecha que la colonia de lechuzos reprendió con un canto gregoriano, la lúbrica ceremonia nupcial de los primos, impidiendo el desarrollo satisfactorio del espectáculo turístico. Todas las cámaras fotográficas, con sus correspondientes carretes, han sido requisadas por la policía moral. El estado de Frigidaria, de donde era natural la señora cíclope Luzmila Petrovna, ha interpuesto ante la Sociedad de Naciones Neutrales sin ánimo de lucro, una querella criminal contra la especie endémica del lechuzo normal. Es muy posible que vuelvan en poco tiempo a ocupar sus antiguos puestos de cara al público y, con toda seguridad, se les prohibirá hacer propaganda política.
Al quinto intento pude entrar a su correo. Pensaba que su contraseña era el nombre de su calle y fallé. Luego pensé que era el nombre de su gato y fallé. Solo al quinto intento puse soyestupenda. Y entré. Un mundo maravilloso. Múltiples personalidades. Era suave. Ninfómana. Amante de la literatura. Viajaba por Europa. Le gustaban los gatos. Tuvo intentos de suicidio. Una noche se acostó con Bukowski. Los domingos iba a la iglesia. Tenía tres hermanas. Tenía una hermana. Le encantaba el jazz. No le gustaba el jazz. Había publicado un libro. Le gustaría publicar un libro. Viajaba en avión privado. Nunca había viajado en avión. Tenía 28 años. Tenía 40 años. Decía: te amo Javier. Decía te amo Julián. Vivía en Barcelona. Vivía en Bucaramanga. Tenía Skype. No tenía Skype. Amaba la poesía. La política. El balonmano. Las pelis de Woddy Allen. Le encantaba Corín Tellado. Viajar en barco. Le habían propuesto trabajar en una película. Practicaba esgrima. Era hija de un almirante. Le gustaba el sadomasoquismo. Era tierna. Pertenecía a una ONG. Su padre era miembro de honor del ejército francés. Tenía una hija pequeña. No tenía hijos. Su abuela era una vieja actriz que había trabajado con Robert Mitchum. Le escribí un correo en donde le decía que en verdad no la amaba y daba por terminada la relación. Que era mi último correo. Me contestó que era un canalla. Que había dado todo de sí para conservar nuestra relación. Que nadie me querrá como ella. Que era un hijo de puta y que me vaya al quinto infierno. Etcétera. Volví a entrar a su correo y anulé su cuenta.Visita al blog inmaculada decepción, de Hugo Vera
El inmovilismo de la señora cíclope, reconocido en la Sociedad de Naciones Neutrales sin ánimo de lucro, con la vitola de patrimonio intangible de la inteligencia universal, está fundado en la teoría del ojo único, supervisor omnisciente del cumplimiento estricto de omnímodas reglas, aplicadas al correcto y diligente funcionamiento del orden establecido y al reparto equitativo entre toda la población equivocada, de: sopa de convento, décimas rogatorias por la intercesión divina, y estampitas de Fray Leoncio de Alpandeiro. La menstruación económica que actualmente sufrimos en los países occipitales, basada en el riguroso control parasimpático de la sonrisa, obliga a un soslayo de pensamiento único que, visto de frente, provoca una inquietud kafkiana. La mirada de la señora cíclope, benevolente y omnicomprensiva, esconde un gran peligro, ya que, a un sólo golpe de ojo, quema primos comunes, turbando el orden público y provocando un índice exagerado de suicidios entre esta especie ya de por sí suficientemente castigada por el turismo. Con el advenimiento del protestantismo, fue reclutada en el Ejército de Salvación Anabaptista, por su alta capacidad de análisis sociológico. No pudiéndosela condenar, expresamente, al ostracismo, por el inusitado interés que concitaron sus familiares habilidades domésticas, la Sociedad de Naciones Neutrales sin ánimo de lucro, con sede en la ciudad-estado de Frigidaria, cuya moneda es el gerundio, viene gestando para ella un descenso de su pensión vitalicia. Es probable que en pocos años, estos magníficos ejemplares se conviertan en expertas economistas, si es que no lo fueron siempre. Sólo tienen una debilidad; si reciben la luz del disparo de una cámara de fotos se quedan ciegas, razón esta por la que hemos preferido dibujar a la señora Hildegarda Salomón, a carboncillo. Posa con singular elegancia.