El adagio romántico perdura
en la incandescente penumbra de los libros,
no en la voz que llora un capricho de sol,
una goyesca levemente sangrienta
agita sábanas, sucias de historia,
pregonando la libertad en manos de la usura.
en la incandescente penumbra de los libros,
no en la voz que llora un capricho de sol,
una goyesca levemente sangrienta
agita sábanas, sucias de historia,
pregonando la libertad en manos de la usura.
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