martes, 27 de septiembre de 2022

POEMA A DOS MUJERES



Presto a borrarse todo, crepitan las golondrinas

al caer la tarde. Miro el rostro amado de mi madre

y me veo contemplándola. Apenas puedo reprimir

el iluso deseo de su permanencia. ¿En qué otro lugar

sino en este fondo sin fondo, en esta luz a oscuras

de la materia humana cuajando sus rosas de muerte

puedo sembrar la raíz poderosa del recuerdo?


Ella levanta ahora su mirada hacia mí y comenta

una lejana música que se advierte lejos, y yo

concentro toda mi fe en este nudo en la garganta.

Pronto me iré de aquí, donde crecí queriendo,

en múltiple color de amores viejos, donde aprendí

una voz de no sé dónde, antigua y bella, donde perdí

por primera vez algo de esa inocencia tan valiosa

que nos deja perplejos ante la vida, y nos hace

acordar el corazón con lo que de verdad importa.


Tus manos me esperan, son pequeñas como risa

de niño, mas se alargan creciendo sobre mi cuerpo.

Tu boca me nombra en silencio, me habla de un lugar

donde estuve siempre, porque no existe. Un viento

de agosto me llevará hacia ti, y plantaré un sueño.

El sueño de un árbol que da sombra al solitario.

El sueño de un árbol que desafía a la luz:

esa inclemente claridad de la vida que vence,

con recuerdo impostado, a la humilde memoria

de los días hermosos que muy seguramente

habré olvidado, y aquí, en el poema, quieren

verter aún su última tarde para siempre.









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