Viajo con la ingravidez
del sueño en mis venas,
con el descanso del corazón
que palpita ese sueño,
para dar vida a la muerte.
Paseo a lomos de la calma,
de la ausencia de prisas y tiempo,
recreándome en la suerte del Tancredo,
y su paso quedo, sin mover la inquietud
en el camino a ninguna parte.
Duermo bajo cielos de estrellas
que se hacen negras en su brillo,
y se tatúan en los brazos del olvido,
para olvidar la derrota cotidiana
que refleja la imagen del espejo.
Y navego por mares negros
con fondos de plata agitada por fuego,
y a fuego, bordo mi cuerpo sin hilo
que enhebre la aguja en mi mano,
a mano un cigarro, un dulce, y ese momento...
Por el momento nada más
que un par de días por delante,
mejor no mirar más lejos,
un cuento por vender a plazos,
y mil formas de amar sin enamorarse.
Jesús Alonso, poeta de Madrid
Bello.
ResponderEliminar(Aunque contiene palabras prohibidas)
Me place imaginar que lo ha escrito usted. O el otro, el del espejo.