jueves, 19 de septiembre de 2019

PENSAR EN TODO


Es urgente pensar en todo, incluso más que pensar en nada. Es de radical importancia que no demos lugar de pasar de pensar en todo y nada para acabar diciéndonos entre nosotros: todo o nada. Lo primordial de pensar en todo es hacerlo cuando estamos inmersos en pensar en casi nada, que es como se piensan de diario las cosas, es decir: en pensar todos esos aspectos secundarios del ser con los que disfrutamos como niños a todas horas, por ser la nuestra una condición privilegiada; en la práctica, exenta del sustantivo drama vital que azota a tantas otras personas que no somos.Pero no viene la distinción por una necesidad de hacer el bien, sino por la irrefragable bondad de la fregona, capaz de eliminar cualquier mancha que le pueda salir al todo. El todo es un gigantón afable hasta que se le cabrea; entonces, preso de una incontenible humillación nos sacude un manotazo seco en el intelecto cachondo que solemos usar y nos despierta de pronto a una nueva realidad, que permanecía agazapada y tímida detrás de algún prejuicio, por temor a que nos riésemos de ella.Cuando se piensa de verdad en todo, esa seguridad de como estar bien plantados en el suelo, con una playera chula y unas gafas de sol glamuroso, haciendo con sencillez el gilipollas; nos tiemblan un poco las piernas y se nos pasa la seguridad dejándonos el temblor. Y eso es bueno. Por último: para pensar muy bien en nada, hay que haber pensado antes en todo; aunque sea de manera mediocre.



Colaje de Francisco Marcos



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