PENSAR EN VOZ ALTA
Una actividad tan, en apariencia, silenciosa como pensar, debiera pasar inadvertida. Quien haya asistido a alguna de esas discusiones públicas en que los contendientes se espetan lindezas sin pudor, podrá entender, eso espero, que en el origen del pensar, el hablar ya ocupara el trono sedente del rey mono; imaginemos a nuestros balbucientes antepasados intentando comunicarse entre ellos a duras penas, sin la enorme ventaja que tenemos hoy de decir, por no ir más lejos, la palabra "discurso", y que todo el mundo, misteriosamente, nos comprenda. De aquella libertad de expresión, encogida durante milenios en una postura casi salvaje y primaria, hasta las expresiones de libertad con que, a veces tan en escarnio propio, aun ignorado, disfrutamos de las veleidades del lenguaje, a sabiendas de que aunque no diga nada, dará qué pensar; no parece que hayamos mejorado tanto. Gran error. Siempre es mejor pensar antes de hablar, o en todo caso, hablar en voz baja; pero pensar en voz alta es arriesgarse a que te sustraigan legitimamente el altavoz, que es la suma del mal gusto en lo que atañe al pensar, porque: ¿podría soportarse que un listo se inventase el altavoz de los pensamientos, y nos desayunaramos de buena mañana oyendo los pensamientos crepusculares de (que cada cual cambie el personaje a su gusto) pongamos, Manuel Fraga? Lo que se dice pensar, pensar, y en voz alta, creo que el único que lo hizo en condiciones fue Albert Einstein en la ducha, y tampoco todos los días.
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Colaje de Paco Marcos |
Tremendo, si señor !!
ResponderEliminarUn gusto leer (té).
ResponderEliminarUn abrazo.
Atentamente,
Yo