miércoles, 2 de octubre de 2019

PARARSE A PENSAR




Uno va, pongamos por caso, andando. Digamos que por la calle, ya que a nadie que tenga patio y/o jardín, se le ocurre salir a la calle a pasear, a no ser que lo inviten y sea interesante. Todo este preámbulo sólo para decir que si se para usted a pensar en mitad de ninguna parte y hay público, parece que se nota más que se ha parado a pensar, pero en sentido directo: como pensar es un hecho casi íntimo, si lo hacemos tumbados en la cama y mirando al techo, o mientras suena de fondo la típica sonata del doctor Bach: pararse a pensar es de obligado cumplimiento, y sin ayuda de semáforos, al menos en aquellos momentos de gravedad, de una hermosura terrible y arrebatadora, en que el contexto requiere de todos un instante de serenidad y reflexión trascendente.
Si no paramos a pensar, ni siquiera, en un alegre velatorio, o en las tristísimas e interminables colas del paro, o incluso en las no menos divergentes situaciones en que comprar tabaco parece una cómica heroicidad de folletín; es porque hemos perdido algo sustancial de esta genial fibra de artistas que somos, y solo servimos, de ahora en adelante, para vacar a nuestras ocupaciones, olvidando por el camino asuntos cruciales para los que, aun no teniendo arreglo, hay que parar a pensarlos. Si no se piensan se paran.



Colaje de Paco Marcos

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