Desde que me conozco mejor, he aprendido a mirarme de otra manera. Antes, por ignorancia de mí mismo, aprendí el idioma del pájaro, dones ebrios de beatitud, ante la inconsolable pantalla del espejo. De tanto mirarse uno, el mundo se estrecha como un agujero negro, y parece que el tiempo melífluo es sigilosamente engullido por él.
Ahora me miro y no me veo. Pasajero ya de otro mundo que no tiene nada que ver con el mío.
Collage de Paco Marcos |
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