Reina Oblonga. |
Érase una sola vez dos mundos. El Reino de Parsimonia y la República Locomotora. Dos tierras antagónicas divididas por un viento circular que en Parsimonia denominaban Lentísimo y en la República Locomotora, Urgente. Esto era así porque en Parsimonia el viento se convertía en ligerísima brisa casi imperceptible y al entrar en los dominios de la República Locomotora soplaba desaforado y rápido. Tradicionalmente fue la paz una constante entre estas dos naciones, que se comunicaban a través de cometas.
En el Reino de Parsimonia, la Reina Oblonga instauró una ley según la cual todo aquél ciudadano que quisiera comunicarse con los de la República Locomotora, debía aproximarse con cuidado a la frontera y hacer volar una cometa confeccionada con un papel de periódico en el que apareciese la singular noticia que deseaba transmitir. El arriesgado mensajero procuraba acercar la cometa ya en el aire hasta un lugar del cielo donde soplara el viento con fuerza desprendiéndose así de sus hilos el papel de periódico, y yendo a parar a algún lugar de la aislada república donde alguien quisiera difundir su contenido. Cierto que, a causa de la extrema suavidad del viento en Parsimonia, había que acercarse mucho a la linde, y se corría el riesgo de ser arrastrado hacia el país antípodo y condenado sin remisión a la muerte, puesto que los gobernantes de ambos países no estaban dispuestos a que sus paisanos se dejaran influir por el modo de vida extranjero. No en vano, el Comodoro Bujías, máximo representante institucional de la República Locomotora, no podía imaginar otra forma de gobierno para sus congéneres que no fuese la oligarquía de la prisa, y a su vez, en el Reino de Parsimonia ya no recordaban cuando fue la última vez que tuvieron un sistema político que no fuese la monarquía del sosiego.
Comodoro Bujías. |
Mandar un volantín hasta el tranquilo reino de al lado, tampoco era tarea fácil. A causa del indómito viento, el Comodoro Bujías ordenó que las cometas habrían de confeccionarse con pesados abrigos de piel de oso, escribiendo en el forro el contenido de la misiva, y soltarlas agarrándose previamente con fuerza a unos postes que a tal efecto, los funcionarios de la república dispusieron a lo largo de la frontera. Poco a poco, los ciudadanos de ambas naciones supieron por las noticias que les llegaban allende el viento, que el tiempo pasaba de muy diferente manera en sus países. Los relojes de Parsimonia son tortugas amaestradas, cuyo paseo determina, por ejemplo, el horario de la jornada laboral. En cambio, en Locomotora, para medir el tiempo usan galgos de carreras y es frecuente que una persona cumplimente su declaración de la renta en menos de un segundo. El conocimiento de esta realidad ha supuesto una conmoción para las dos naciones, y tras una serie de revueltas sociales, los gobernantes han resuelto llamar al gran maestro relojero Prometeo Ruano, que con excelente criterio les ha vendido una multitud incontable de relojes: el resultado es bueno, el viento ha perdido su irregular circularidad apaciguando la inminente revolución que se avecinaba y los dos países se han visto condenados a entenderse. El señor Prometeo Ruano se hizo multimillonario. A día de de hoy han sido incapaces de unificar las dos formas de gobierno. El Reino de Parsimonia y la República Locomotora se destruirán si nadie lo remedia.
Maestro Relojero de vacaciones. |
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