jueves, 11 de agosto de 2011

LA CARTA CONTINÚA...

... os escribo desde la ciudad del Tiempo interrumpido. La catástrofe lenta no se consuma. Nuestra vida transcurre, nuestra vida mengua y seguimos aguardando "el momento que allana el muro."

    La vieja desavenencia une al hermano con el hermano. En el cerco del frío todo el mundo encerrado. Quienes poseían, poseen sin poseer ya. Cada cual es pobre de por sí, sin ocupar ni siquiera su cama. Preocupación la ocupa.

   Cunde el desorden. Los oidos apoyan la unificación del Universo, pero los brazos están a favor de aplastarlo y el letargo de dejarlo hacer.

   Ya no pesa el hierro. Se encuentra a sí mismo en la estratosfera, sólido, rápido, acostumbrado al mal. Pero el pensamiento pesa. Nunca pesó tanto.

   Ha mentido el proverbio "a nadie hiere dos veces la misma flecha". ¿Cómo? No dos veces. Dos mil veces dos y sigue hiriendo, afiladísima. Sometida al pensamiento nunca apagado, la frente arde. No se ha podido preparar el bálsamo del olvido...

  Quienes hablan ahuecan la voz, pero también ahuecan la verdad. La jauría se ha lanzado por una vasta región. Una jauría no quiere sino correr, pero, ¿quién quiere ser acosado? La jauría, entre grandes aullidos, se ha dispersado...
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  Os escribo desde los países de lo atroz, os escribo desde la Capital de la muchedumbre dormida. Vivimos con indiferencia sumidos en el horror. Llamamos al fin y viene el de la nivelación...Las formas nobles ya no se muestran. Vemos los cuellos estirados para inclinarse. La paz está avergonzada...

  Sabedlo también: ya no disponemos de nuestras palabras. han retrocedido en nosotros. A la verdad, vive, vaga entre nosotros EL ROSTRO DE BOCA PERDIDA.

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  A veces, con gran fragor, nuestras casas de pisos de polvo a la calle se vierten. Los funcionarios de la carrera de la muerte siguen siendo innumerables.

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  Dejo aquí de escribir. No, no mandéis un organizador para las fiestas. No, todavía no es momento.

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  Nos hemos quedado sentados en el brocal del pozo abandonado. Todo era color chatarra y viga ahumada y color de cansancio profundo.
  Triángulos de pájaros rígidos surcaban el cielo con gran estrépito.
  Desesperanza como la lluvia, y ¿hasta cuando seguirá cayendo?
  Viejecillo cogotudo, que quiere dominar, que deja matar, zurrado y contento, sujetaba una muñeca.
  El tiempo transcurría, respuesta evasiva, los años llevados de la correa, entre los dedos de los traidores.
  Nos hemos mirado en silencio.
  Nos hemos mirado con la seriedad precoz de los hijos de ciego.
                                              

Henri Michaux  
Adversidades, exorcismos
                                                  
                                                    

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