No sé si el tabaco es un vicio hereditario. Papá era un fumador moderado, que dejó el cigarrillo a tiempo cuando se dió cuenta que le hacía daño. No guardo ningún recuerdo de él fumando, salvo una noche en que no sé por qué capricho, pues hacía años que había renunciado al tabaco, cogió un pitillo de la cigarrera de la sala, lo cortó en dos con unas tijeritas y encendió una de las partes. A la primera pitada lo apagó diciendo que era horrible. Mis tíos en cambio fueron grandes fumadores y es sabido la importancia que tienen los tíos en la transmisión de hábitos familiares y modelos de conducta. Mi tío paterno George llevaba siempre un cigarrillo en los labios y encendía el siguiente con la colilla del anterior. Cuando no tenía un cigarrillo en la boca tenía una pipa. Murió de cáncer al pulmón. Mis cuatro tíos maternos vivieron esclavizados por el tabaco. El mayor murió de cáncer a la lengua, el segundo de cáncer a la boca y el tercero de un infarto. El cuarto estuvo a punto de reventar a causa de una úlcera estomacal perforada, pero se recuperó y sigue de pie y fumando.
De uno de estos tíos maternos, el mayor, guardo el primero y más impresionante recuerdo de la pasión por el tabaco. Estábamos de vacaciones en la hacienda Tulpo, a ocho horas a caballo de Santiago de Chuco, en los Andes septentrionales. A causa del mal tiempo no vino el arriero que traía semanalmente provisiones a la hacienda y los fumadores quedaron sin cigarrillos. Tío Paco pasó dos o tres días paseándose desesperado por las arcadas de la casa, subiendo a cada momento al mirador para otear el camino de Santiago. Al fin no pudo más y a pesar de la oposición de todos (para que no ensillara un caballo escondimos las llaves del cuarto de monturas), se lanzó a pie rumbo a Santiago, en plena noche y bajo un aguacero atroz. Apareció al día siguiente cuando terminábamos de almorzar. Por fortuna se había encontrado a medio camino con el arriero. Entró al comedor empapado, embarrado, calado de frío hasta los huesos, pero sonriente, con un cigarrillo humeando entre los dedos.
viernes, 12 de julio de 2013
SÓLO PARA FUMADORES / J.R.Ribeyro, 2ª entrega.
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Las pasiones es lo que tienen ... y lo que uno quiera dejarles tener (al menos cuando son jóvenes)
ResponderEliminarSalud
A madurar pasiones, Miguel Ángel, la vida es un soplo.
EliminarSalud
Vengo del sitio de Hugo, me gustó tu comentario y te visito.
ResponderEliminarSoy como tu tío, fumadora empedernida y con bronquitis crónica. Es la única enfermedad que tengo y de algo hay que morir (tengo 58 años).Mi padre murió triste y con demencia senil la cual vino de tener que dejar el cigarrillo y sus vasitos de vino (tenia 85 años).
"Hay que dejar de fumar, tome tranquilizantes, mujer y aguántese".
Reflexionando quedo con un cigarrillo, en este caso de marihuna, entre los labios.
Saludos cariñosos
Valeria
Valeria, bienvenida. Este es un cuento del escritor peruano Julio R.Ribeyro, me alegro que no hayas cedido a las pretensiones de tu médico, fumar además de un placer es un complemento a otros placeres de la vida. Hugo es un buen amigo y escribe formidable.
EliminarSaludos
Claro a D. Julio Ramón, como a todos los fumadores les conozco algún escrito, datos de su biografia y a este, su cara delgada, afinada y hermosa. No me di cuenta pero da igual, tú me aceptarías fumadora y bebedora de cerveza todos los días pero con la disciplina horaria correspondiente,jeje.
ResponderEliminarGracias Manuel M.
Valeria