jueves, 28 de noviembre de 2013

LA CONCERTINA



Siempre me decía mi padre: si aprendes a tocar la concertina, nunca te faltará un plato de comida. Entonces me hice concertista de concertina. Pero es un instrumento que irrita bastante los oídos cuando se está acostumbrado a escuchar a Mozart, que es un ángel. Decidí que era mejor emigrar a un país donde no haya ni una sola concertina, por ejemplo, pongamos que en las Islas Galápagos.

Cuando llegué sólo había tortugas, pero eran tan grandes que acabaron siendo una atracción turística, así que me vi obligado a matar una tortuga y construirme una guitarra con su caparazón, para poder sobrevivir dignamente entre tanto visitante. Un curioso halagador descubrió el tortuguicidio y me echaron de las Islas Galápagos. He vuelto a mi país de origen. Aquí las concertinas ya han desaparecido, aunque se hace raro, porque todo el día están hablando de ellas como si fuese un objeto muy peligroso que prohíbe el libre tránsito de personas y cosas. Estoy intentando recuperar mi antigua concertina. Si alguien ve una concertina como la de la fotografía le ruego se ponga en contacto conmigo, así esté en el confín del mundo. Se recompensará.

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