Fotografía de Sergey Maximishin |
No tengo más que recuerdos,
más agrios que dulces,
cuando no muy amargos,
del contacto con los humanos
de mi vida.
Los otros no cuentan.
Fueron sólo el decorado amorfo
ante el que se desarrolló el drama,
ridículamente repetido en su argumento,
de mi existencia.
Relampaguea alguna chispa
anormalmente -por lo rara-
bondadosa, pero efímera.
Y muchos tiznones del más
vulgar -por lo abundante-
carbón humano,
la más básica, pestífera y contaminante
fuente de energía del teatro de la vida.
Y eso es todo.
¿Dirás entonces que es extraño
mi amor devoto por bestias, música y libros?
No lo hagas.
La constancia en el intento de vivir,
a pesar de la vida misma,
la debo a su existencia
que alimenta mi esperanza
de que aún hay algo edificante, gozoso y puro
por lo que despertar en la mañana.
más agrios que dulces,
cuando no muy amargos,
del contacto con los humanos
de mi vida.
Los otros no cuentan.
Fueron sólo el decorado amorfo
ante el que se desarrolló el drama,
ridículamente repetido en su argumento,
de mi existencia.
Relampaguea alguna chispa
anormalmente -por lo rara-
bondadosa, pero efímera.
Y muchos tiznones del más
vulgar -por lo abundante-
carbón humano,
la más básica, pestífera y contaminante
fuente de energía del teatro de la vida.
Y eso es todo.
¿Dirás entonces que es extraño
mi amor devoto por bestias, música y libros?
No lo hagas.
La constancia en el intento de vivir,
a pesar de la vida misma,
la debo a su existencia
que alimenta mi esperanza
de que aún hay algo edificante, gozoso y puro
por lo que despertar en la mañana.
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