PENSAR A RATOS
El peso de la conciencia sobre la materia deleznable de la carne no podría soportarse de no ser por esos ratos en que el pensamiento entorna con relajo la mirada y se distrae. En momentos así, que pueden ser interrumpidos de la más inmisericorde manera, pensar se convierte en el umbral hacia la ensoñación, tesoro de la imaginación y solaz de la fantasía: duran lo que tienen que durar, pero la mayoría de las veces ni siquiera lo suficiente para fundamentar una teoría que se sostenga, para que se presente como por ensalmo ese primer verso que nos da el poema, o para desentrañar las verdaderas motivaciones de esa persona que nos mira mal en el trabajo.
Los ratos que dedicamos a pensar a ratos es mejor no emplearlos en intentar sacar conclusiones definitivas para algún problema en verdad importante; eso es mejor hacerlo en ratos que pensemos con absoluta lucidez. Aunque la lucidez, en muchos de nosotros, se da de una forma centelleante, por descargas de atormentada fe en algún peregrino ideal o por certero relámpago que despierta, en el pozo de la memoria, los arcanos de las verdades incontestables. En estos casos, la efímera inmediatez de nuestros argumentos podría ser interpretada como estupidez perentoria sin cura posible. Y eso sí que no.
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Colaje de Paco Marcos |
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