Me falta la grama tierna desbrozada
en este enconado rincón de un jardín imaginario
donde pudiésemos ejercer con cierta libertad
un difícil papel de Adán y Eva.
Dame tu cuento chino, pero entero,
de una vez, sin partes, el todo y la nada
de tu siempre, tu nunca desarmado.
Ya sabes que no soy un perfecto
técnico de lavadoras,
de esos que quitan la cal un día de lluvia.
¡Qué apego tan ridículo tuve a veces
a los paisajes maqueados por el hombre
y a tu cintura de animal celeste!
Tus espadas de hielo me alientan.
Un adiós repetido en la gramola,
esos video de Plá, pero el cantante
mientras ando leyendo El cuaderno gris.
Te parecerá seguramente un viejo verde el señor Josep.
Por cierto que la tilde en Pla parece un añadido
más bien iluso que quisiera remarcar lo payés de algo.
Tampoco voy a mirar si la tilde en payes es necesaria.
Se me acaba el versículo a la altura del tórax
y envejezco de pronto con monóculo.
Pero yo soy moderno.
Que quede bien clarito.
No metería la mano en el fuego
por ninguna impostura que no fuese coetánea
de la profunda infancia, de sus vuelos de espíritu,
tan locamente pueriles las palabras a veces
que parece la tierra merecer en las sílabas
la humedad silenciosa de vida.
Y algún día de sol.
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