ASPECTOS DOMÉSTICOS EN LA VIDA DEL SEÑOR GUTERRES
No es que el señor Amapolo Guterres sea un místico, o un poeta, o siquiera programador informático, sino que su casa no tiene puerta. Vuelve a casa y se sienta encima del único espejo que hay en mitad del salón, cuando quiere mirarse al espejo contempla de frente, con la región cerebral alojada justo detrás del sincipucio, una silla prójima, una silla vecindaria de su soledad, idéntica a la anterior, y se queda así, meditando ligeramente sobre la condición finita del hombre, o gordita; esto depende mucho de su estado de ánimo. Hay días que se levanta correctamente amargaritado, con melancolitis, con una tristeza de fértil mantillo, de tierra minusculísima, de grano oscuro: estas jornadas las aprovecha para preguntarle a la caléndula de la cocina que hay para comer, y se pone una pinza en la nariz para que se le pase el apetito. Otras veces se levanta defectuosamente alegre, cuasipluscuamperfecto, optimista y piensa: voy a estudiar este fenómeno fluorescente, grafómano, de la orilla mía umbilical y se da cuenta que es finito; que el cordón que le une al pensamiento de Michel Foucault, es estrecho como las corbatas de aquel filósofo, o por qué prefería Sartre el color rojo para las servilletas.
Y alrededor del absorto señor que toma la gintónica y comprende los motivos que Theodor Adorno tenía para considerar a Heidegger como un señor más bien autoritario excesivamente auténtico que a su vez tendría un concepto de Immanuel Kant más bien con altos y bajos y apriorismos y conjuntivitis: alrededor en resumen, la condición finita del ser humano, de la que los niños con menos de una milla de experimentos y mil cuartas de imaginación, por fortuna aún están exentos. Porque en su casa no soporta que se hable con la jerga de la autenticidad. Pero, lamentablemente (sonrían), hay mucha gente aún que duda si entrar; una puerta sin puerta intimida bastante. Comprende los motivos de Theodor Adorno y todo alrededor se ilumina de una metálica y fresca realidad y punto: llamémosle metafísica. Todo.
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Pintura de Ester Grossi |
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