¡Os construiré una ciudad con harapos, yo!
Os construiré sin planos ni cemento
Un edificio que no destruiréis,
Y que una especie de evidencia espumeante
Sostendrá e hinchará, os gritará en las narices,
Y en las narices heladas de todos vuestros Partenones, vuestros artes árabes y vuestros Mings.
Con humo, con niebla diluida
Y con el sonido de piel de tambor,
Os asentaré fortalezas aplastantes y soberbias,
Fortalezas hechas exclusivamente con turbulencias y sacudidas,
Contra las que vuestro orden multimilenario y vuestra geometría
Caerán convertidas en insignificancias y galimatías y polvo
de arena sin sentido.
¡Qué doblen las campanas! ¡Qué doblen! ¡Qué doblen por
todos vosotros, que caiga la nada sobre los vivos!
¡Sí, creo en Dios! ¡Pero él no lo sabe!
Fe, suela inutilizable para quien no camina.
¡Oh mundo, mundo estrangulado, vientre frío!
Ni siquiera símbolo, sólo nada, yo en contra, yo en contra,
Yo en contra y te atiborro de perros reventados.
A toneladas, me oís, a toneladas, os arrancaré lo que me
habéis negado en gramos.
El veneno de la serpiente es su fiel compañero,
Fiel, y lo valora en su justo precio.
Hermanos, mis hermanos condenados, seguidme con confianza.
Los dientes del lobo no sueltan al lobo.
La carne del borrego es la que suelta.
En la oscuridad veremos claro, hermanos míos.
Osamenta, ¿cuál es tu sitio aquí, fastidiosa, meona, cántaro
roto?
Polea gemebunda, ¡cómo vas a sentir los tensos cordajes de los cuatro mundos!
¡Cómo te voy a descuartizar!
Colaje de Manolo Marcos |
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