4
Esa manera de estar y no estar,
frío como la absenta es el recuerdo,
desbandada de encendidos pájaros
que huyen del pasado, un dolor
de negra espina y musgo atora mi garganta.
Era tu aliento de perla putrefacta
la encarnadura triste de mis ansias,
asolada en tus labios. Fuiste para mí
dolmen poroso, amanecer ungido
en una suerte de piedad anónima
que hundía bajo los cuerpos
un dulce fogonazo de silencio.
Extraño perro, me siento vagar
entre las calles solas de tu infancia,
en lo abierto sin pactos lamer tus causas.
Se murió el misterio,
tímido corazón de tamarindo,
y me aferro temblando a esa única presencia
real, hollada por la saña con que ahora
supones que te olvido.
Sólo sigo viviendo, mis ventanas son
el azul que respiro, amo el candor exacto
de tu pelo que no es ya tuyo
sino de una mujer imaginaria que vive en mí
para que no se muera aún lo bueno que me diste.
No estoy, no.
Yerma rabia de pan ennegrecido
enturbia estas palabras, las breves
alamedas lloran hojarasca, crujen
con esta soledad enamorada que pasea.
Ahora estoy sereno.
La libertad me aguarda con perenne ternura
desgranada en las caricias de una mujer
que no existe, que solamente vive
en mi esperanza.
Vive en este poema tan libre.
ResponderEliminarGracias, Carlos, ahí estará hasta que se reencarne, si lo hace.
EliminarMuy buen poema, Manuel, te felicito.
ResponderEliminarFrancesc Cornadó
Muchas gracias, Francesc, un abrazo.
EliminarPoesía será.
ResponderEliminar