Mitad mujer, mitad hombre. Sin que se sepa muy bien por qué, son medias personas, de las Praderas de Suavia. Buscan, los fines de semana, antagonistas con los que poder compartir fantasías y egoísmos. Su unión carnal dura aproximadamente tres cuaresmas y a partir de esa fecha se separan saltando a grandes pasos en dirección contraria. Se sospecha, científicamente por supuesto, que no tienen alma, o que quizá sólo la perciben cuando se acoplan de nuevo a una persona distinta, pero quién podría saber si son almas partidas por un rayo, o diablos demediados que renuncian a la mitad de sus vidas para poder respirar. Es imposible estudiarlos con detenimiento, a causa de la fugacidad de sus ideas.
Tienen afición por montar en bicicleta y subir escaleras, aunque suelen trastabillarse con frecuencia, se tambalean y caen en éxtasis amoroso en cualquier lugar propicio a tal efecto, ejecutando una danza ritual de frotación en la que no se oye una mosca. Se visten, se acicalan un poco, se comen una cucaracha y se duermen ligeramente separados por la mitad. Rara vez el destino los une definitivamente para siempre, en cuyo caso hacen una pareja perfecta alcanzando unas cotas de felicidad admirables, pero puede suceder. A este respecto, la comunidad científica de Suavia, es optimista.
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