sábado, 16 de agosto de 2014

EL PELUSOMBRE




Es una pelusombra tan inteligente y triste que le crece una cabeza pensativa de hombre, unos brazos articulables en el cansancio de hombre, unas piernas eméritas por kilómetro cúbico de hombre, una angustia perfilada por el tranco impasible del tiempo anegando los últimos belfos de esperanza del hombre; y por ende todo lo que termina en ombre lo incorpora como extremidad suya permanente y lo anota con delicadeza en su enorme cabeza y lo convierte en belleza, a no ser que otra pelusombra se le enamore de ese aura de intimidad doliente y se la robe con una pinza de depilar: porque cuando al pelusombre le quitan la intimidad doliente, se convierte en un botón de abrigo viejo, se muere, y lo entierran en una caja de cartón junto a unas tijeras oxidadas, y lo venden en un rastro para personas indolentes que coleccionan sortilegios absurdos.


Dibujo de Ricardo Ranz

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