jueves, 24 de junio de 2010

AL DESCONTENTO, de Giordano Bruno



              
                                            Si el cínico diente te traspasa
                                            quéjate de ti mismo, bárbaro perro,
                                            que en vano me muestras tu bastón y tu espada
                                            si no te guardas de causar mi despecho.
                    
                                            Puesto que por camino equivocado
                                            viniste a mi directamente
                                            por eso tu piel desgarro y hago trizas.
                                            Y si después ocurre que mi cuerpo cae a tierra
                                            tu vituperio resta en diamante escrito.
                                                    
                                            No vayas desnudo a robar la miel a las abejas.
                                          
                                            No muerdas sin saber si es piedra o pan.
                                            No vayas descalzo a sembrar espinas.
                                            No desprecies, mosca, las telarañas.
                                            Si eres ratón, no sigas a las ranas.
                                            Huye de los zorros, sangre de gallina.
                                                    
                                            Y cree al Evangelio,
                                            que dice con buen celo:
                                            en nuestro campo cosecha penitencia
                                            quien en él lanzó semilla de errores.

                                                               La cena de las cenizas / Giordano Bruno



                                                    

martes, 11 de mayo de 2010

EL COCO, un cuento de Dino Buzzati







El ingeniero Roberto Paudi, director adjunto de la COMPRAX y asesor urbanístico, montó en cólera una noche al sorprender a la niñera Ester que, para calmar la perra del pequeño Franco, le decía:
-Mira que, como no te portes bien, esta noche viene el Coco. Según él, era intolerable que para educar a los niños se siguiera recurriendo a necias supersticiones que podían crear en la psique inmadura obsesiones lamentables. Le echó un sermón a la muchacha, que se fue llorando, y acostó  él mismo al chico, que en seguida se calmó.

Esa misma noche el Coco, levitando en el aire como tenía por costumbre, se presentó en la habitación donde el ingeniero Paudi dormía solo, causándole unos minutos de desasosiego. Como es sabido, el Coco adoptaba formas diversas según los países y las costumbres locales. En aquella ciudad tomaba, desde tiempo inmemorial, los rasgos de un gigantesco animal de color negruzco, cuya silueta andaba entre el hipopótamo y el tapir. Horrible a primera vista. Pero no bien se observaba con ojos imparciales, se percibía una expresión ni mucho menos malvada, por el pliegue indulgente de la boca y el centelleo casi afectuoso de las pupilas, minúsculas en proporción.
Por supuesto que, en circunstancias de cierta gravedad, sabía infundir miedo e incluso terror. Pero de ordinario llevaba a cabo sus cometidos con discreción. Acercándose a la camita del niño que hubiera de reprender, ni siquiera lo despertaba, se limitaba a penetrar en sus sueños dejando en ellos, eso sí, una huella imperecedera. De hecho, es bien sabido que hasta los sueños de los niños más pequeños tienen una capacidad ilimitada y acogen sin problemas incluso bestiones mastodónticos como el Coco, que pueden llevar a cabo cuantas maniobras requiera la ocasión con total libertad.

Naturalmente, cuando se le aparecía al ingeniero Paudi, aquella remota criatura no mostraba un semblante demasiado afable, adoptando incluso la fisonomía, agigantada por supuesto, del profesor Gallurio, nombrado hacía dos meses interventor extraordinario de la COMPRAX, sociedad que estaba navegando en aguas procelosas. Y este profesor Gallurio, hombre severísimo si no directamente intratable, era precisamente la bestia negra de Paudi, cuya eminente posición podía correr riesgos considerables con la empresa intervenida.
Paudi, despertándose en un sudario de frío sudor, tuvo tiempo de percatarse de cómo el visitante se largaba a través de la pared (por la ventana no hubiera cabido semejante mole), mostrándole la monumental cúpula de sus posaderas. A la mañana siguiente Paudi se cuidó mucho de disculparse con la pobre Ester. Haber comprobado personalmente que el Coco existía de verdad aumentaba si cabe, además de su desdén, la firme determinación de hacer todo lo posible para quitarse de en medio a aquel tipo.
En los dias siguientes, en tono de broma como es natural, anduvo tanteando el terreno con su mujer, sus amigos y sus colaboradores. Y se quedó asombrado al enterarse de que la existencia del Coco solía aceptarse por lo general como un fenómeno normal de la naturaleza, igual que la lluvia, los terremotos, o el arco iris. Sólo el doctor Gemonio, del departamento jurídico, pareció haberse caído del guindo: sí, de pequeño había oido hablar vagamente de esa cosa, pero después había llegado al convencimiento de que era un cuento tosco sin fundamento.
Como si intuyese su hosca aversión, a partir de entonces el Coco comenzó a visitar con notable asiduidad al ingeniero, siempre con la desagradable máscara del profesor Gallurio, haciéndole muecas, tirándole de los pies, sacudiéndole la cama, una noche llegó incluso al extremo de ponérsele en cuclillas sobre el pecho y por poco lo ahoga.
Así que no tiene nada de sorprendente que Paudi, en la siguente reunión del Consejo Municipal, hablara de él a un colega: ¿ se podía consentir, en una metrópoli orgullosa de estar a la vanguardia, que se perpetuara una indecencia semejante, digna de la Edad Media ? ¿ No había llegado el momento de tomar   medidas de una vez, con métodos resolutivos ? Primero fueron fugaces pourparlers de pasillo, un informal intercambio de puntos de vista. Muy pronto, el prestigio de que gozaba el ingenierio Paudi les dió pábulo. No habían pasado dos meses cuando el problema se llevó al Consejo Municipal. Ni que decir tiene que, por no hacer el ridículo, en el orden del día no se mencionaba una palabra sobre el Coco, excepto en el apartado 5, donde se aludía a "Un deplorable factor que alteraba la calma nocturna de la ciudad".
Contrariamente a lo que Paudi esperaba, no sólo todo el mundo se tomó el tema en serio sino que su tesis, por obvia que pudiera parecer, topó con una viva oposición. Se alzaron voces defendiendo tan pintoresca cuanto inofensiva tradición perdida en la noche de los tiempos, subrayando la total inocuidad del monstruo nocturno, por lo demás del todo silencioso, y resaltando los beneficios educativos de su presencia. Hubo quien habló incluso de un " atentado al patrimonio cultural de la ciudad " en caso de recurrirse a medidas represivas; y el orador recibió una salva de aplausos.
Por otro lado, en cuanto al debate de fondo, al final prevalecieron los argumentos irresistibles de quienes demasiado a menudo recurren al así llamado progreso para desmantelar los últimos baluartes del misterio. Se acusó al Coco de dejar una malsana impronta en las almas infantiles, de suscitar a veces pesadillas contrarias a los principios de la correcta pedagogía. Se pusieron sobre el tapete incluso motivos de higiene: sí, es cierto, el mastodonte nocturno no ensuciaba la ciudad ni esparcía excrementos de ningún tipo, pero ¿ quién podía garantizar que no fuera portador de gérmenes o virus? Tampoco se sabía nada sobre su credo político: ¿Cómo descartar que sus incitaciones, en apariencia elementales cuando no zafias, no ocultaran insidias subversivas?

El debate, al que no se habían admitido periodistas dada la delicadeza del tema, terminó pasadas las dos de la madrugada. La propuesta de Paudi fue aprobada por una exigua mayoría de cinco votos. En cuanto a a su aplicación práctica, se nombró la pertinente comisión de expertos, cuyo presidente era el propio Paudi. Ahora bien, una cosa era proclamar el ostracismo del Coco y otra lograr eliminarlo. Estaba claro que no se podía depositar la confianza en la disciplina de los ciudadanos, menos aún cuando se dudaba de que fueran capaces de entender su lengua. Ni se podía pensar en capturarlo y llevarlo al zoo municipal: ¿qué jaula hubiera retenido a un animal, si es que era animal, capaz de volar atravesando las paredes? También hubo que descartar el veneno: nunca se había visto al Coco en el acto de comer o beber. ¿ El lanzallamas entonces? ¿Una pequeña bomba de napalm? El riesgo para aquella pequeña ciudad era excesivo. En suma, la solución,
si no imposible, se presentaba bastante problemática. Cuando Paudi ya creía que se le iba de las manos su anhelada victoria, le asaltó una duda: cierto que se desconocían la composición química y la estructura física del Coco pero, como sucede con muchas criaturas inscritas en el censo de las leyendas, ¿ acaso no podía ser mucho más débil y vulnerable de cuanto pudiera suponerse? Quién sabe, quizá bastara con una simple bala en el punto justo y se habría hecho justicia.
Las fuerzas de seguridad, tras la deliberación del consejo Municipal refrendada por el alcalde, no podían sino colaborar. Se instituyó una patrulla especial dentro de la Brigada Móvil, dotada de veloces vehículos comunicados por radio. El asunto fue sencillo. Sólo hubo una circunstancia extraña: cierta renuencia por parte de los suboficiales y agentes a participar en la batida; ¿era miedo?, ¿era el temor oscuro de cruzar una puerta prohibida?, ¿o era simplemente un nostálgico apego a ciertos recuerdos inquietantes de la infancia?
 El encuentro ocurrió una fría noche de luna llena. La patrulla, apostada en un rincón oscuro de la plaza del Cinquecento, avistó al vagabundo planeando plácidamente a unos treinta metros de altura, como un irresponsable jovenzuelo. Los agentes, apuntando con las metralletas, avanzaron. Alrededor, ni un alma. el breve crepitar de las ráfagas restalló, de eco en eco, en la lejanía. Fué una escena estrambótica. El Coco giró lentamente sobre sí mismo sin un estremecimiento y, con las patas en alto, fue bajando hasta posarse en la nieve. Allí quedó tendido boca arriba, inmóvil para siempre. La luz de la luna se reflejaba sobre el vientre enorme y tenso, brillante como gutapercha. "Una cosa que preferiría no volver a ver otra vez", dijo el cabo Onofrio Cottafavi. Increíblemente,  bajo la víctima se extendió una mancha de sangre, negra a la luz de la luna.
Inmediatamente se llamó por teléfono a los del vertedero para la retirada de los despojos. No llegaron a tiempo. En unos cuantos minutos el gigantesco individuo se encogió a ojos vistas, igual que los globos pinchados, se redujo a una pobre larva, se convirtió en un gusanito negro sobre el blanco de la nieve, hasta que también el gusanito desapareció, disolviéndose en la nada. Sólo quedó la infame mancha de sangre que antes del alba las mangueras de los barrenderos habían borrado.


Se dijo que en el cielo, mientras la criatura moría, resplandeció no una luna sino dos.
Se contó que aves nocturnas y perros no dejaron de proferir lamentos por toda la ciudad.
Corrió la voz de que muchas mujeres, viejos y niños, despertados por una oscura llamada, salieron de las casas, arrodillándose y rezando por el infeliz. Nada de esto está probado históricamente.
De hecho, la luna prosiguió sin dar tumbos su viaje marcado por la astronomía, las horas se sucedieron con regularidad una tras otra y todos los niños del mundo siguieron durmiendo plácidamente, sin imaginar que su ridículo amigo-enemigo se había ido para siempre.
Era mucho más delicado y tierno de cuanto se pudiera creer. Estaba hecho de esa materia impalpable que vulgarmente llamamos fábula o ilusión y que es verdad.
Galopa, huye, galopa, superviviente fantasía. Ávido por exterminarte, el mundo civilizado no ceja en su acoso, nunca jamás te dará tregua.


jueves, 6 de mayo de 2010

Fabliau del encuentro.




Y abriría la puerta y tú estarías allí,
como el árbol, sin saberlo.
Y diría palabras que no son mármol,
ni tampoco melancolía.
Y de ti quedaría, como en el vaso,
el olor de la rosa,
sus pestañas profundas de belleza abisal
como las esmeraldas,
el fulgor de lejanas estrellas que como agua
relumbran y seducen.
Dicen que no puede ser más, vibrar de palmas,
ojos, susurrar de yerba,
pero basta un dardo, no hay defensa,
lo demás es solo saber
que tú puedes llamas y sol y cáliz de pétalos
en el calor de la noche.
Toma en tu casco toda la luna que puedas,
hasta el beso,y oscurece, oscurece tu lenguaje.
Y de ti quedaría, como en el vaso, no las
palabras, sino el olor de la rosa.

Luis Antonio de Villena

martes, 4 de mayo de 2010

Noema de búho




Cierro la puerta
Abro tranquilo
La casa viva que arde en mi ser
Mi ser autónomo que necesita
Sociales átomos de energía humana

Es marrana condición comer aparte
Por muy seductor que aparezca
El restaurante 
Dejo de hablar
No tengo hambre
Me hablan las truchas
Cuentan noticias
De un verano aún más bello que el anterior

Tengo el alma pixelizada
Con cromos que huelen a alcanfor
Asistí a la existencia de una boda
En que un búho era invitado de honor

Por eso digo que escampa la mentira
Quedando ya pulido el pavimento verdadero
En que habrá de llorar alguna vez bastante
Este cielo azul rampante en que soñamos
Olvidando quizá sólo alguna tilde
Que ya corregirá el ordenador

Quiero comprar la más pequeña cafetera del mundo
Para beberlo con mi colección de canarios cantores
Comprarla pagándole con besos a una chinita
Deliciosa y tímida chinita de un metro y sesenta centímetros
Y medio y copa y vino y blanco y fideos y pelos y fideuás y pelucas
Toda esa mole barata de ingentes tragaldabas está en el supermercado
Comprando ambientador para lechos nupciales con olor a macho cabrío

Horror seminal en el supermercado
Prefiero huir a Madagascar
Convertirme en lémur o en un Lope de Vega

Quedaría por fin inaugurada la porno-poesía
Sería el fin por fin de la poesía realista de imágenes votivas
Agotando irremisiblemente un río de pelo blanco y huesos carcomidos

No sabiendo qué es peor no se puede hacer poesía, me retiro de la letra
Ya este verso afrancesado se prolonga en cada línea agotador.

sábado, 1 de mayo de 2010

SENESCO, SED AMO



Amor mío, los árboles son falos que recuerdan al cielo lo que fui,
y todos los hombres son monumentos de mi ruina.
De que sirve llorar, en este crepúsculo en que el amor empieza

si estás tú frente a mí, como lo que un dia
fuiste: presagio de mi mismo, no de mi destrucción, última rosa
para levantar la tumba,
para ponerla en pie como árbol
que contará de nuevo los cielos
mi vida, mi historia que el ocaso vuelve perdida, como
embalaje en manos de extraños
como excremento que a tus pies coloco o
abrumador relato fantástico: que yo era un perro
vagando donde no había vida,
lamiendo dia a dia la lápida que me sugiere
y ahora seré si quieres, fuego fatuo
que alumbre por las noches tu lectura, y ruido
de fantasmas para alejar el silencio, y canción
en la sombra, y mano
que no supo de otra, y hombre
buscándote en el laberinto, y allí gritando cerca
del monstruo tu nombre, e imaginando tus ojos.

Leopoldo María Panero

Agujero llamado Nevermore

jueves, 22 de abril de 2010

Breviario de nuevas tecnologías

Tecnología del ojo derecho: heredera de la antigüa tecnología de la mirada larga. Frente a un papel en blanco, fracasa, por unidimensional; pero, frente al infinito mar, enredado y virtual, en el que nos ha tocado vivir, simplifica la visión al máximo, y reduce, drásticamente, el márgen de error.

Algunos teóricos piensan que esta simplificación es un atraso, porque no contiene aparato crítico. No les falta razón.





Tecnología de la huella digital terrestre: heredera de la eterna manía de la humanidad, de señalar, deícticamente, el milagro, hallá donde se manifieste. A veces, ese ansia de milagro, le lleva a la criatura humanidad, a perder el norte completamente.                                                                                                                           Sigamos por el momento, confiando en el pulgar pantocrator, y el ratón, a los que por cierto, no hay que sacar punta.


Tecnología de la taxonomía diferida: sin esta última tecnología, la primera no tiene sentido. La enunciaron teoricamente, entre otros, los empiristas ingleses, amigos del molde para el plum cake.
Pero es muy útil, y sufre pocos cambios durante largas temporadas históricas. Por si fuera poco, cada equis genera óvulos fértiles en la inteligencia humana.

Es mejor fiarse a la tecnología cerebral central del cada cual, que es la que rige para todo, y por supuesto, al ordenador personal, y sus enormes capacidades de transferencia universal.


El papel, y el lápiz; con esa gran olvidada, que es la goma, han entrado en coma.


jueves, 8 de abril de 2010

Y acaso un reducto de soledad...

Menos mal que existen, entonces, la palabra parece que recobra el silencio que la distingue de las otras.

Cogito ergo sum...pero,¿ donde está el sum?, mucho cogito pero pocas nueces al final.

Y la fenomenología...yo soy un lego pero me gusta, la lectura de Ser y Tiempo me está dejando ese sabor de las cosas antiguas, el sabor de un buen café cualquiera de bar, por esa manera que tiene Heidegger de ponerlo todo patas arriba, desde la antropología, a la psicología.

Que los nuevos impulsos deban brotar de la problemática ontológica. Y sobre todo, el ser del sum, la maravilla de su indisoluble unidad frente a la infinitud de las formas en que se manifiesta.

Obra de Jean Dubuffet



Fructíferos reductos.
                                         The Search by Bob Berg on Grooveshark



martes, 23 de marzo de 2010

Kant nunca salió de Königsberg II

    Me intimida el anonimato de los demás, le agradezco su ímpetu en comunicarme la brevedad de la vida, y le dedico, como insigne visitante de este blog insignificante, un pensamiento de Martin Heidegger, que vale más que mil relojes.
   <... Kant acepta dogmáticamente la posición de Descartes, no obstante los esenciales perfeccionamientos a que la somete. Pero, además, su análisis del tiempo, pese a haber retrotraido este fenómeno al sujeto, queda orientado por la comprensión vulgar y tradicional del tiempo, lo que, en definitiva, le impide a Kant desentrañar el fenómeno de una "determinación trascendental del tiempo" en su estructura y función propias. Por efecto de esta doble influencia de la tradición, la conexión decisiva entre el tiempo y el "yo pienso" queda envuelta en una total oscuridad y ni siquiera llega a ser problema para Kant.>

Atalayas.

domingo, 21 de marzo de 2010

Kant nunca salió de Königsberg I


y sin embargo, procuró una visión
nueva de la razón,
más crítica...una razón pura:
mucho prestigio el viaje
tiene, quizá por la pobreza unidimensional,
por el "olvido del ser"...
como si no contara el tiempo.

A Kant se le olvidó el tiempo,
porque él mismo era un reloj.


jueves, 25 de febrero de 2010

DESTIERRO, de Luis Cernuda



Ante las puertas bien cerradas,
Sobre un río de olvido, va la canción antigua.
Una luz lejos piensa
Como a través de un cielo.
Todos acaso duermen,
Mientras él lleva su destino a solas.

Fatiga de estar vivo, de estar muerto,
Con frío en vez de sangre,
Con frío que sonríe insinuando
Por las aceras apagadas.
Le abandona la noche y la aurora lo encuentra,
Tras sus huellas la sombra tenazmente.


viernes, 19 de febrero de 2010

DESENGAÑO DE LAS MUJERES

 


Puto es el hombre que de putas fía,
y puto el que sus gustos apetece;
puto es el estipendio que se ofrece
en pago de su puta compañía.

Puto es el gusto, y puta la alegría
que el rato putaril nos encarece;
y yo diré que es puto a quien parece
que no sois puta vos, señora mía.

Mas llámenme a mí puto enamorado,
si al cabo para puta no os dejare;
y como puto muera yo quemado

si de otras tales putas me pagare,
porque las putas graves son costosas,
y las putillas viles, afrentosas.



Francisco de Quevedo

jueves, 28 de enero de 2010

Takeuchi


ortofonía de la destrucción
emasculación informe
intemerata de seminaristas
parapeto de poemas
y la indestructible eternidad del tiempo
como contrapunto equívoco
o espejo
martillo contra espejo
recuperar la forma rota
la que perdió su lugar
y se convirtió en signo

viernes, 1 de enero de 2010

SIN TÍTULO


Cosas de Bruno Munari.



si yo he tenido algo
es la certidumbre de un temblor 
en tu cuerpo
mientras mirabas caer el cielo
sobre un desierto oscuro
mientras hablabas mirando
hacia otro lado
cual si estuvieras sola

normalmente no existo para nadie
y si me ven venir esperan lo peor
quizá porque no supe ver antes
a través de tus ojos, amiga,
la infinita variedad del mundo.

quiero estar solo entonces
enajenado en algo parecido a una voz
que clame en el desierto para pedir
la guerra de la verdad prohibida
contra el sagrado comité de la lógica

y celebrar la soledad ganada
contra la sórdida guadaña 
del tiempo
que se esconde en la entraña
de la idea.

y quiero ver pasar un verso
con la fuerza de un río
que deja las montañas
para adentrar su vena
por los valles de un poema

ya puede ser imagen o palabra
el formato es un medio
y el lenguaje, el mensaje,
míralos, inseparables,
pretenden confundirse a veces
pero el sol les proyecta un vacío
llamado sombra
una luz negra

que te hace temblar, amiga,
y a mí, contigo.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Amor o soledad



Era de esos bienaventurados que tienen hambre sin avidez, y que aman sin afán de posesión, dispuestos a unirse unicamente. Y cuando de asuntos sociales y políticos se trata, a unirse sin sumarse. no pueden ser sumandos ni adherentes. El amor o la soledad sin refugio alguno. Amor o soledad, amor en soledad también, a pie descalzo por la via unitiva. Camino estrecho entre zarzas reflejamente ardientes, aunque sea de noche.
Estaba ya casado. No, no lo estaba todavía(mas ante mí, si que lo estaba). Le sentía sollozar calladamente por la esposa que había quedado en el pueblo con sus padres. Y más por no tenerla allí a su lado, por no estar él a lado de ella, junto con ella en su lugar de nacimiento. El era de Orihuela  no de otra parte, sin regionalismo ni pueblerismo alguno. Nunca le oí ponderar las excelencias de su pueblo, aunque bien daba a entender su belleza. Mas lo que contaba era que él, nacido allí, nunca iría más allá sobrepasándolo. era como un Tobías que soñaba volver, ya que la mujer la tenía, con el Arcángel y el pez del remedio. Y eso, ni aquel Madrid ni ciudad alguna de este mundo podía dárselo. Y así se me hace transparente su especie de declaracion pública en El Gallo Crisis, La Ciudad triste de Madrid en que aparece la imagen de una ciudad tan diferente de la que sabía yo que le había acogido. No pudo Miguel Hernández asimilarse a Madrid, por estar irrenunciablemente enamorado de su lugar natal y de los seres que en él tenía y que no hubieran cabido en aquella ciudad.
Y porque confundió quizá el amargo zumo del momento con el destilar de la vida madrileña. Y sobre todo, por esa hambre que sólo el amor total y al par inmediato que le habitaba podía aplacarse. Un amor que clama al cielo por todos y para todos.
Y así, su poema La morada amarilla, don precioso que me fué ofrecido, se me aparece como una sombra clara e indeleble, mas sombra al fin, como esas que se desprenden de una flor y aun de su sola fragancia, emanada de una vida en plenitud de ejercicio, y que ha de referirse a ella. Y temo que al ser leído sin la presencia viva de su autor, no transmita aquella su ansia de comunión, aquella incensante, imperativa necesidad de eucaristía compartida. Es decir, del reino, del reino de Dios aquí en la tierra. 
Andalucía, sueño y realidad.  María Zambrano

        entrada dedicada a Esteban Romero Fernández

martes, 3 de noviembre de 2009

Epístola moral a Fabio.(Anónimo)


                               Iguala con la vida el pensamiento
                               y no le pasarás de hoy a mañana
                               ni quizá de un momento a otro momento.


sábado, 31 de octubre de 2009

Emilio Prados


Tránsitos
¡Qué bien te siento bajar!
¡Qué despacio vas entrando,
caliente, viva, en mi cuerpo,
desde ti misma manando
igual que una fuente, ardiendo!
Contigo por ti has llegado
escondida bajo el viento,
-desnuda en él-, y en mis párpados
terminas, doble tu vuelo.
¡Qué caliente estás! Tu brazo
temblando arde ya en mi pecho.
Entera te has derramado
por mis ojos. Ya estás dentro
de mi carne, bajo el árbol
de mis pulsos, en su sombra
bajo el sueño:
¡Entera dentro del sueño!
¡Qué certera en mi descanso
dominas al fin tu reino!
...Pero yo me salvo, salto,
libre fuera de mí, escapo
por mi sangre, me liberto,
y a ti filtrándome mágico,
vuelvo a dejarte en el viento
otra vez sola, buscando
nueva prisión a tu cuerpo.

martes, 27 de octubre de 2009

Muerte y resurrección, de José Angel Valente



                                        

                                  No estabas tú, estaban tus despojos.

                                  Luego y después de tanto
                                  morir no estaba el cuerpo
                                  de la muerte.
                                  Morir
                                  no tiene cuerpo.
                                  Estaba
                                  traslúcido el lugar
                                  donde tu cuerpo estuvo.

                                  La piedra había sido removida.

                                  No estabas tú, tu cuerpo, estaba
                                  sobrevivida al fin la transparencia.






domingo, 25 de octubre de 2009

DEJADME SOLO, de Luis Cernuda





Una verdad es color de ceniza,
Otra verdad es color de planeta;
Mas todas las verdades,desde el suelo
hasta el suelo,
No valen la verdad sin color de verdades,
La verdad ignorante de cómo el hombre
suele encarnarse en la nieve.

En cuanto a la mentira, basta decirle
"quiero"
Para que brote entre las piedras
Su flor,que en vez de hojas luce besos,
Espinas en lugar de espinas.

La verdad, la mentira,
como labios azules,
Una dice, otra dice;
Pero nunca pronuncian verdades o mentiras
Su secreto torcido,
Verdades o mentiras
Son pájaros que emigran cuando los ojos mueren.



viernes, 23 de octubre de 2009

LA PALABRA, de León Felipe




Pero, ¿qué están hablando esos poetas ahí de la palabra?
Siempre en discusiones de modisto:
que si desceñida o apretada...
que si la túnica o que si la casaca...
la palabra es un ladrillo.¿Me oísteis?...
¿Me ha oido usted, Señor Arcipreste?

Un ladrillo. El ladrillo para levantar la Torre...y la Torre
tiene que ser alta...alta,alta, alta...
hasta que no pueda ser más alta.
Hasta que llegue a la última cornisa
de la última ventana
del último sol
y no pueda ser más alta.
Hasta que ya entonces no quede más que un ladrillo solo,
el último ladrillo, la última palabra,
para tirársela a Dios,
con la fuerza de la blasfemia o la plegaria...
y romperle la frente...A ver si dentro de su cráneo
está la luz...o está la nada.

jueves, 15 de octubre de 2009

CABALLITOS, de Juan Lizano


Que instalen caballitos
en todas las calles,
que llenen de caballitos las ciudades.
Siglos
llevamos con el invento de feria en feria
sin descubrir su humanísima aventura.
Que celebren los novios
su viaje en los caballitos,
de caballito en caballito.
Que cada familia tenga sus caballitos,
¡todos en los caballitos!
Que los amigos
hablen y sueñen y discutan
dando vueltas en los caballitos.
En ellos celebren sus consejos los ministros,
mientras queden ministros,
y en ellos se reúnan los señores obispos,
naturalmente, revestidos
de señores obispos,
mientras queden obispos.
Los pobres subirán para reírse del mundo
y los ricos
¡que suban los ricos a los caballitos
mientras todos los aplaudimos!
¡Y los señoritos!
¡Que suban los señoritos!
Y que acudan todos los solitarios, todos los vagabundos.
Y el congreso de los diputados
será el congreso de los caballitos.
Y los empresarios ¡qué risa, los empresarios!
Que suban los empresarios con los asalariados,
mientras existan salarios.
¡Los salarios del miedo!
Y, venga: comités centrales,
mafias, sectas, castas, clanes, etnias:
¡a los caballitos!
Y los músicos con los guardabosques
y el alcalde y los concejales
con las verduleras y los panaderos.
¡Viva! ¡Viva!,
gritarán los niños cuando vean
que suben los Honorables.
¡Venga, Honorables!:
¡A los caballitos!
Vamos a la ciudad a subir a los caballitos,
dirán los monjes a sus abades.
Y los académicos:
que se reúnan los académicos en los caballitos
y que se cierren todas las academias.
¡Ah, si todos los filósofos hubieran subido a los caballitos!
Que instalen caballitos en las cárceles,
en los cuarteles,
en los hospitales,
en los frenopáticos
y que se fuguen todos
montados en los caballitos.
Y todos los jueces a los caballitos,
¡venga! ¡venga!: ¡A los caballitos!
¿Y nada de procesos y de sentencias!
¡Ya vale de juzgar los efectos y no las causas!
¡A los caballitos!
Y que todos los funerales
se celebren montados en los caballitos
al paso silencioso y tranquilo de los caballitos.
Es la nueva ordenanza,
es el nuevo precepto:
¡todos a los caballitos!
¡La cabalgata de los caballitos!
¡Hacia la confederación de todos los caballitos!
Hasta que todos fuéramos niños...

domingo, 11 de octubre de 2009

Escritor in albis





Me he preparado para algo sublime. He traído a la mesa mi cuaderno, mi pluma. Tengo cerca de mí una copa de vino dulce, algo para picar si de repente tengo apetito, variada música, un paquete entero de cigarrillos y otro de pañuelos de papel, algún que otro libro, una estufa, un palillo de dientes; objetos... Pero tengo un gran problema que no me deja seguir: no sé cómo empezar y por ahora sólo he hecho esto.

Sofisma

                                                                                                        a Esteban Romero

                                            Con un ojo de cristal, una tela
                          y un martillo: voy a romper una nube
                          a la hora que canta el grillo.




sábado, 10 de octubre de 2009

PERGUNTA



    
    Um homem foi atacado quando se ia enforcar
    defendeu-se
    alguém perguntou-lhe
    Que defendes tu
    A vida ou a morte?

sábado, 3 de octubre de 2009

Preguntas a la hora del té, de Nicanor Parra




Este señor desvaído parece
Una figura de un museo de cera;
Mira a través de los visillos rotos:
Qué vale más, ¿el oro o la belleza?,
¿Vale más el arroyo que se mueve
O la chépica fija a la ribera?
A lo lejos se oye una campana
Que abre una herida más, o que la cierra:
¿Es más real el agua de la fuente
O la muchacha que se mira en ella?
No se sabe, la gente se lo pasa
Construyendo castillos en la arena.
¿Es superior el vaso transparente
A la mano del hombre que lo crea?
Se respira una atmósfera cansada
De ceniza, de humo, de tristeza:
Lo que se vio una vez ya no se vuelve
A ver igual, dicen las hojas secas.
Hora del té, tostadas, margarina.
Todo envuelto en una especie de niebla.



Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...