sábado, 21 de junio de 2014

DESPISTE DE PALABRAS



   Tengo una tendencia natural a caminar algo distraído. Hay tantas cosas sugerentes en la calle, no digamos ya, personas. Una persona es lo más sugerente que hay en el universo, aunque parezca aburridísima, y además no está a años luz de la tierra: exceptuando sólo algunas, claro está, que se empeñan en declamar a viva voz por el teléfono móvil, sus asuntos personales. Pero incluso éstas, en su género de personas ortofonéticas y resplanDECENTES, son valiosísimas, porque van perdiendo por la calzada un montón de palabras esponjosas o crujientes. Ah, se me olvidó decirles, las palabras son como los huesos de las personas, y la gramática las articulaciones del esqueleto, y la sintáxis son los tendones, y todo junto, en conjunción con la naturaleza virtual de los escaparates, o en la bucólica y serena soledad del campo, entre chopos y arroyuelos, va caminando así como quien no quiere la cosa mientras se comunica, a través del celular, con su cuñado, que es un portento bueno para nada, o le encarga a la ferretería más lejana, una tuerca de ajustar nietos a los asientos traseros del coche, o simplemente despidiendo a un empleado. 
Kolaj de Rafa Cornejo

   Esta mañana, como podría haber sido prosaicamente hace cinco minutos, me he cruzado con un señor disfrazado de patético ejecutivo potente, al que se la ha caído la palabra EXPEDIENTE al suelo. En el fragor de la conversación no se ha dado cuenta siquiera del sonido que este vocablo hace cuando rebota en una superficie plana; un sonido seco pero muy brillante que se descompone en un simpático eco, similar al que producen unas cuentas de collar de perlas. La palabra EXPEDIENTE es lo menos parecido a una perla; cuando la he cogido del suelo resultaba ser un dado de seis lados, blanco, excepto por una de sus caras, donde estaba grabado el enigmático nombre de "Consuelo". Seguro que pertenece a una persona sugerente.



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