Pido permiso para llamar destino
a un zapato roto.
Al párpado, malévola persiana.
Vuecencias a mil pies del pordiosero
ardan por la peluca o servilleta
y que les aproveche el refectorio.
a un zapato roto.
Al párpado, malévola persiana.
Vuecencias a mil pies del pordiosero
ardan por la peluca o servilleta
y que les aproveche el refectorio.
Imagen: Gilbert Garcin |
Prefiero pedir perdón después de haberlo dicho antes que pedir permiso al destino, ni siquiera solicitaré licencia a la fortuna ni a la predestinación. Levantaré mi anhelo y diré que mis zapatos son mi pedestal y mis párpados son un telón de damasco sutil. Los pedestales de cuero son el tiempo se desgastan y los damascos se convierten en drapeados más o menos arrugados.
ResponderEliminarSalud
Francesc Cornadó
Viene el destino a veces drapeado de hojas caducas, y otras, llega frondoso de perenne verano, razonable eternidad, y a nosotros, que bebemos de la amistad natural, su luz breve, nos corresponde, sí, levantar anhelos y escribir con los pies, en terrena armonía con el mundo. Queden los pedestales para los que van de cabeza hacia el desastre.
ResponderEliminarSalud, Francesc.