Es uno gran amante del psicodrama personal de los demás, pero con ausencia de emociones íntimas. A veces debo combatir contra el impulso melodramático de los sentimientos, que en la periferia del córtex se empeña en distraer al intelecto con una visión fantástica de la realidad.
Punto y aparte de la lógica, tal si girase los ojos a la posición en off (he sabido que Sartre tomó de la fenomenología una mirada partida en dos) en orgasmo metafísico?*, observa pacientemente el vuelo de una mosca que se posa en la carta de amor y se frota las manos, antes de leerla. Por cierto, el intelecto es muy celoso de su ocio, siempre y cuando el negocio no le suponga más oficio de la cuenta. El intelecto lleva una visera de impresor o telegrafista: ha de mirar al sol durante horas. La verdad deslumbra.
Collage de Flore Kunst *¿ pendiente caído |
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