UTOPÍAS Y MILAGROS: texto fundacional de la generación Cacao Mental.
La utopía enseñó los dientes, eran dientes republicanos, con sarro de anteriores revoluciones atrasadas a golpe de peluca. Platón fue guillotinado por metafísico: se pensó que su mundo de las ideas era un recurso de cosmética para justificar el nivel de vida de la aristocracia francesa; pero la burguesía no podía seguir soportando la humillación de trabajar para una minoría de rentistas con lunares artificiales, así que Platón fue ajusticiado junto al rey sol, nadie reparó en que sobraba una cabeza en la cesta, y con las mismas, mientras mostraban a la concurrencia la mollera de Luis XIV, la cabeza de Platón recorrió rodando las calles de París, paró delante de la casa de Diderot el enciclopedista, llamó con duros y emocionados golpes de frente a su puerta; al cabo le abrió la empleada de hogar que no veía a nadie pero Platón, o sea, su chola, con todo el entendimiento que le cabe, se coló en la humilde morada del ilustrado factor de la Enciclopedia con bombillas, Denis Diderot, que tenía un busto de Aristóteles en la biblioteca: esto indignó sobremanera al decapitado filósofo que no obstante se consoló pensando que a Aristóteles le habían conservado tan sólo un trocito de pechera más que a él.
|
Dibujo de Luis Bagaria |
Largos años después, como en las películas tostón norteamericanas, la utopía viajaba en una máquina de vapor con la cara llena de hollín, meneando con impaciencia el rabo de nube en clase turista. Ya se ve que la utopía necesita un motor potente para funcionar, a lo mejor esa idea topo que tanto circula ciegamente por la subterránea conciencia colectiva, de que las utopías son el motor de la historia, ya no se sustenta, y las utopías, como esas personas que cojen el coche hasta para ir al estanco de la esquina, necesitan un suplemento vitamínico, un vehículo a inyección. El sentido colectivo de la utopía, sus granjas anarquistas, excelentemente organizadas, aquellos jardines del antiguo régimen donde prosperaba el laberinto por donde Tomás Moro en ensimismado paseo, concibió el aparato crítico de la realidad que denominó Nova Insula...aquel sentido colectivo se ha ido difuminando: no había una barca en condiciones con la que llegar a aquella isla de impecable progreso (el Titanic fue un experimento arcádico, como el Arca de Noé).
****
Y luego todo el mundo quiso escribir su utopía, un cristiano, un ecologista californiano, un topo de patio con limonero, líderes sindicales, la patronal, un servidor. Todo el mundo, en éxtasis. Por eso en España, el País Mariano por excelencia, se prefiere el milagro a la utopía: porque el milagro no hay que construirlo, sólo se lo espera, como yo a mi gata Utopía, que nunca viene cuando la llamo.
Tremenda crudeza, Manuel, aunque trates de disimularla con pinceladas de humor. Tremendo, sí. Esa espera pasiva del milagro ... ¿Los 40 años de dictadura y los casi 40 de post, también llamados de demoblanda o pseudoopiaceos, han domesticado la furia española? o será que fue un espejismo.
ResponderEliminarSalud
La furia...esa entelequia histórica que ha acabado triunfando en pírricas victorias deportivas, no puede ocultar tanta cobardía e inopia, Miguel Ángel. En la historia siempre suelen triunfar las utopías negativas, que se cobran un alto precio en sangre y olvido. Por eso hago escapar a Platón y lo refugio al abrigo de la enciclopedia, pero la realidad es insuperablemente más fantástica que todo lo que yo pueda escribir, para lo bueno y para lo malo.
Eliminarun abrazo