¿Ávida suspiras con las plumas abiertas?
¿Ardes cuando la lluvia se presenta en las ventanas
tal presagio de un ángel que yace en el lodo?
Y si es así, ¿vives a contrapelo, a muerte de paloma,
a corindón, a musgo envenenado, a palpo devorador?
¿Eres noética? Gacela ¿blandes mi sien con la punta
de tu alfanje o te retiras a la neurona acostumbrada?
¿Amas, como yo, esa sutil crueldad de los niños
hecha de diamantes y mierda? ¿Desprecias también
la urgencia de la hora convenida y el tálamo al efecto?
Mis vísceras caen sordamente a tu paso, estrella, dolmen
de luz, te veo pasar la sombra en los parques y siento
enorme gana de escribirte con la punta de un paraguas
una carta donde caerme muerto, para que me recojas,
piadosa, en el cóncavo fanal de tu incertidumbre.
fascinante, envuelve y obliga al escalofrío y un embrujo que impiadosamente mastica la belleza y algún exilio que en sus noches devora ese purgatorio y culminación de los nombres y del fuego
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