Me voy en un vagón de pájaros abierto a las nubes
mientras el tren despeina campos de todo y nada.
Ahora flamea en tus manos una blancura tibia de ratón
con que acaricias, lenta, mi tormenta, mi fiebre.
Es día hoy en mí bemol menor, mañana me dolerán
los huesos, ahíto de lamer el cerumen del viento.
Voy a ese astillero abandonado donde veré mi muerte
en compañía de otros vivos cadáveres de niños
que no tuvieron nada, me sacaré los ojos
con cuchara, y el corazón de un mirlo
latirá brevemente por todo el asqueroso egoismo
que impide a las flores del aire respirar, sonreír.
Veré mi muerte y le diré: no esperes,
lluvia de los destinos, moja mi cuenca loca
con amapolas rojas.
mientras el tren despeina campos de todo y nada.
Ahora flamea en tus manos una blancura tibia de ratón
con que acaricias, lenta, mi tormenta, mi fiebre.
Es día hoy en mí bemol menor, mañana me dolerán
los huesos, ahíto de lamer el cerumen del viento.
Voy a ese astillero abandonado donde veré mi muerte
en compañía de otros vivos cadáveres de niños
que no tuvieron nada, me sacaré los ojos
con cuchara, y el corazón de un mirlo
latirá brevemente por todo el asqueroso egoismo
que impide a las flores del aire respirar, sonreír.
Veré mi muerte y le diré: no esperes,
lluvia de los destinos, moja mi cuenca loca
con amapolas rojas.
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