Observé la virgen molicie de los campos,
parda y arbórea muchedumbre
en la tarde oriunda.
Era todo semejante entre sí:
la enlutada sombra del bosque,
la cábila de pájaros excomulgados,
algún campanario derrotado.
Asaz limpias sonrisas.
El viejo pozo minero
detenido en maquinaria de hollines tercos
mira la albura del inocente pueblo
con los ojos hundidos en la entraña
silente de la tierra.
Al abrir el puño cerrado por la fe en el trabajo
cayó la veleta del destino común
cuyo hierro fue forjado
por amables enanos en épocas difuntas.
Sus esposas suspiraban siempre por la nariz,
como hace todo aquel que tiene aún verguenza.
Son los tiempos de un dios pueril, hermano,
que mastica raíces furiosas de mandrágora.
Y hasta el bromuro podría digerirse
en cualquier beso
si no fuese porque el aliento nuestro es
incorruptible espíritu sin amos
aún no mancillado por qué odontólogo.
Colaje: Dan Hillier |
Muy bien Manuel, el poema es muy bueno; las dos primeras estrofas son de antología, te felicito muy de veras. Por favor continúa así.
ResponderEliminarSalud
Francesc Cornadó
Estimado Francesc, muchas gracias, lo procuro. Me felicito de que te guste, es un honor para mí, ya lo sabes. Salud.
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