"El artista debe estar siempre con aquellos que padecen la historia, no con los que la hacen".
Albert Camus
Una bombilla alumbra la mano dubitativa,
delicada del poeta sobre el papel.
La energía que alimenta esa bombilla
la procuran hombres silenciosos
que arriesgan su vida en plataformas petrolíferas,
ingenieros de zapato oscuro y leve.
Se encargan de organizar las cosas.
Tanta experiencia marcada en las cicatrices del bruto
acaba en la belleza de un verso guardado en un cajón.
Todo este silencio es simultáneo al rugido
de la maquinaria.
La mano atormentada del poeta que tiembla
y no quiere olvidar que su palabra
está hecha de la misma necesidad que el turbio renacimiento
diario de lo anónimo que mueve su cuerpo mastodonte
y exige su precio en sangre hasta formar ríos de historia soterrada.
Así que un día la luz se fue y el poeta siguió escribiendo a oscuras
con versos que eran mecanismos precisos en una urdimbre
perfectamente conectada de engranajes lubricados
por la ciega ilusión en la tecnología.
En algún momento habría de salir a la calle,
comprobar que todo funciona sin él,
comprar un filete en la carnicería.
¿Así que todo el lirismo era esto?
(se pregunta el carnicero mientras limpia el cuchillo)
¡Pero qué bueno eres macho! Y si no ves más comentarios en tus entradas es porque son así y basta
ResponderEliminarPrudencio, alegría de verte, es importante autoexigirse bien, lo demás viene de regalo, por ejemplo tu visita. Un abrazo.
Eliminar¡Qué lujo tener un poeta como tú! nada de ego, como suele ocurrir en tantos, un lujo amigo, de veras. Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias, Inma, también tengo ego, un lastre sin duda. Un abrazo, salud.
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