Para las pelusombras la llegada del otoño es un revuelo de intimidades dolientes que se esconden en los dobladillos de los pantalones o huyen con frenesí de mustélido hacia sus madrigueras tras algún montón de libros olvidados. La lluvia las convierte en un pequeño amasijo de pendejos, hilos de coser, pelusa, y a veces algún amuleto extraviado en un rincón de casa, o chinchetas, condecoraciones de los reyes del pop. La pelusombra ama el vestigio decadente. A la vieja veterana pelusombra, la única superviviente de cuando se desbordó la bañera, a ella no le importa mojarse un poco bajo la maceta de yerbabuena.
Veterana pelusombra recitando a la luz de la luna. |
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